lunes, 24 de marzo de 2014

Un Corazón Normal

La Madeja del Gato (teatrera y conmovida)
Madeja #256
Por Christopher Vergara

Hay veces que el tiempo pone tal distancia, que incluso encubren una amenaza mortal y latente como algo meramente inofensivo y normal.

Para quienes nacimos en la década de los noventa, vivimos nuestra adolescencia en la primera década del siglo XXI y somos los jóvenes homosexuales (y heterosexuales de hoy en día). El SIDA ha sido un tema con el cual practicamente hemos vivido y crecido toda nuestra vida. Ello, más que determinados cambios o beneficios, parece haber generado perjuicios, al haber normalizado una situación que no debe ser tomada a la lígera. 

Me explico, el caudal de información y los avances médicos actuales sobre el Virus de Inmunodeficiencia Adquirida han sido tan enaltecedores y loables que desafortunadamente han creado un sentimiento de apatía en los jóvenes hacía la enfermedad al considerarla, no la grave enfermedad degenerativa que es, sino algo que puede ser tratado, como si fuera una gripe y que aunque eventualmente te va a matar, te va a dejar vivir con dignidad, ciertos años más. Es decir, una postura de total falta de cuidado y preocupación (valemadrismo, en lenguaje popular). 

Por ello siempre es necesario y útil realizar viajes al pasado, para que no recuerden la gravedad de un tema que se ha desvirtuado, y nos permitan reflexionar sobre los riesgos a los que nos seguimos enfrentando. 

Un Corazón Normal, escrita por Larry Kramer, narra los caóticos momentos vividos por un grupo de personas homosexuales neoyorkinos que se enfrentan entre 1981 y 1983 con una enfermedad completamente desconocida incluso por los mismos doctores, pero que está expandiéndose como epidemia entre los homosexuales, terminando con la vida de centenas de personas y que además se está enfrentando a la negligencia y desdén de las autoridades así como un vacío por parte de los medios de comunicación. Un coctel sumamente explosivo que tristemente fue real.

El texto dramático corre por dos vertientes, ambas escritas (y adaptadas) con bastante soltura e inteligencia. Por un lado corre el texto político, donde se arma una organización que busca ayudar, orientar y atender los cada vez más constantes casos de personas enfermas. Por la otra parte el texto cuenta la parte intima y personal de la enfermedad, con algunas historias brevemente narradas, pero principalmente centrada en la historia de Ned Weeks (Hernán Mendoza) y Felix Turner (Eduardo Arroyuelo), dos personas que finalmente aman verdaderamente a otra persona y a quienes el SIDA les rompe drasticamente su felicidad. 

Respecto del aspecto político, la obra resalta una verdad que aún a muchas personas les cuesta ver: los derechos se ganan. Me explico, todos y cada uno de los derechos que las personas han obtenido a lo largo de la historia no han surgido por verbigracia de la elite gobernante, ni han sido una inspiración racional o divina que han aparecido en los textos. Se han ganado, y esos derechos, han costado vidas, sangre, familias, relaciones, amistades, etcétera. Nada ha sido gratuito. 

Todo el viaje de Ned Weeks y la Doctora Emma Brookner (una magnífica Pilar Boliver) es un recordatorio de cuan complicadas y largas son las luchas por aquellas causas que consideras justas o tuyas. No sólo enfrentándote a la negligencia o desdén de las autoridades, sino además a los propios miedos y demonios internos de aquellos que se dicen tus amigos o tu familia. Lo solitario que se puede volver una lucha cuando todos los demás te consideran un agresivo intimidante aunque sean tus acciones y no la política, las que hayan conseguido logros. 

Pero ahí también el texto entra en reflexiones sobre la naturaleza humana muy intensas, porqué tampoco podemos culpar a esos hombres de sus miedos y demonios internos, cuando es la misma sociedad la que ha provocado que ellos sea así. Que un tipo exitoso como Bruce Niles (Juan Ríos) viva eternamente en el closet y tiemble con sólo pensar que sea etiquetado como gay, o que alguien como Mickey Marcus (el fantástico Miguel Conde, a quien torpemente sólo conocía por La Ruta del Sabor) viva muerto de miedo por perder su empleo. ¿Cómo le reclamas a alguien que no se atreva a lanzarse a un riesgo impredecible cuándo probablemente no haya victoria asegurada?. 

Es entonces, cuando cobra sentido el trágico final de la obra. Cuando Ned Weeks toma conciencia de todo lo que significa la lucha social que emprendió significa en esa frase de 'Ojalá hubiera hecho más'. No puedes rehuir a tu realidad, en especial cuando ésta se esfuerza en cercarte cada vez más y asfixiarte. Vale la pena emprender esa lucha porque, tristemente, tarde que temprano te afectará de tal manera que sentirás que te parte la vida. Por eso los derechos se pelean, porque quizá nos los tengas en el momento, pero muy probablemente en el futuro, los necesites. Sea cual sea el derecho. 

Eso también nos lleva a preguntarnos, ¿qué tipo de homosexuales queremos ser?. Porqué han pasado treinta años, casi cincuenta desde la liberación sexual, y aunque ha habido avances sociales impresionantes y han surgido líderes homosexuales inimaginables, el grueso de la población homosexual siguen siendo completamente definidos por un libertinaje sexual absoluto. Lo cual, no es que sea reprobable per se, pero de muchas manera sólo perpetúa estereotipos indeseables que sólo han generado mayor discriminación. 

Un problema ciertamente latente es ésta indeseable disgregación que se ha dado entre homosexuales nice y homosexuales jotitas. Entre aquellas personas que viven una vida mucho menos estereotipada o llamativa, contra quienes si la viven. Esta división ha provocado apatías y exclusiones mutuas, porqué nadie quiere ya preocuparse por el otro, que al ser tan diferente en lugar de querer comprenderlo, se le termina ignorando. 

Treinta años han pasado pero no hemos podido conciliar nuestro yo homosexual más serio con nuestro yo homosexual más ruidoso. He ahí un grave problema, porqué nos hemos dividido y discriminado mutuamente, lo cual además nos ha impedido, encontrar una agenda social propia, en razón de que no hay comunicacion entre nosotros. 

Si, se lograron los matrimonios, pero ¿porqué la seguridad social es una lucha de apenas decenas de personas y no de multitudinarias marchas?, ¿porqué nos conformamos con que se logren matrimonios por vía judicial en vez de impulsar reformas a los Códigos Civiles, ¿porqué nadie parece preocuparse ya por una enfermedad como el SIDA, que aún no tiene cura?. No digo que no haya esfuerzos, pero éstos se sienten muy dispersos e inarticulados entre si. 

Técnicamente no tengo ningún comentario al respecto. La dirección de Ricardo Ramírez Carnero es muy acertada, incluso con esos cambios escenográficos que en ocasiones restan un poco de agilidad. Las actuaciones son francamente espectáculares, obviamente resaltando las de Hernán Mendoza y Eduardo Arroyuelo que forman una pareja francamente simpática y amorosa, pero auténtica en sus traumas y problemas internos. Juan Ríos borda un personaje que refleja ese debate interno tan intenso entre ser como eres y como debes ser para ser funcional en sociedad. 

Como dije, Miguel Conde es una verdadera revelación para mí, en especial ese momento de completa locura cuando el estrés y el cansancio lo derrotan. Pilar Boliver y su monologo donde estalla de desesperación es alucinante, demostrando la enorme calidad actoral de Boliver, y lo conectada que está con su personaje. Finalmente Horacio Villalobos, con un Tommy Boatwright que sirve de alivio cómico ante tanta tensión es francamente encantador y divertido, muy en ocasiones en como vemos a Horacio en la televisión pero francamente genial. 

La publicidad de Un Corazón Normal no exagera en decir que 'te cambia la vida' porqué además de recordarte el pasado que no conociste, pero sin el cual no podrías tener lo que tienes hoy. Te confronta con muchos de tus demonios o de tus traúmas, seas o no homosexual, los errores y aciertos son inherentes a cualquier ser humano, no puedes escapar a ellos, debes enfrentarlos y vivir con ellos, no sobrevivirlos, sino estar en paz con los mismos. 

Gracias Un Corazón Normal.

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