sábado, 22 de febrero de 2014

El Sueño de Walt

La Madeja del Gato (que vuela una cometa)
Madeja #252
Por Christopher Vergara

Dice el clásico que 'infancia es destino' y si algo nos demuestra la vida es que tal afirmación es real. Todo lo que somos como adultos tiene alguna conexión o reminiscencia con nuestro pasado, en especial con el más remoto, nuestra infancia. Al ser la etapa donde nuestro carácter y personalidad se forman es donde los eventos nos pueden marcar de manera permanente en nuestra vida. Cuando éstos recuerdos no son los más felices, nos impulsan en nuestra vida adulta a buscar el cómo estar en paz con nuestra misma infancia. Así sea con una niñera que viene volando en una sombrilla con un perico parlante. 

El Sueño de Walt (en original, Saving Mr. Banks o Salvando al Señor Banks) narra la historia detrás de la producción del clásico cinematográfico Mary Poppins. Centrándose en las tres semanas de 1961 en que la creadora del personaje, P. L. Travers (Emma Thompson) trabaja en Los Ángeles supervisando el trabajo de adaptación de su novela que realizaban el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford) y los compositores musicales Robert y Richard Sherman (B.J. Novak y Jason Schwartzman), bajo la supervisión del productor e icono de Hollywood, Walt Disney (Tom Hanks).

El proceso resulta ser un chasco para ambas partes. Para Walt y su equipo fue enfrentarse a una testaruda y maniática mujer inglesa chapada a la antigua, que exigía ser llamada por su apellido y encontraba el ambiente de Los Ángeles, caluroso y bochornoso. Para Travers fue intentar proteger su creación de lo que consideraba un imperio dedicado sólo a hacer una maquina de hacer billetes. Ninguna visión es realmente incorrecta, simplemente aquello era la unión de dos fuerzas creativas de gran independencia difíciles de conciliar. 

Sin embargo, el filme nos da también las razones para entender a ésta hosca mujer y su férrea defensa del personaje, a quien considera su 'familia'. Mediante el uso de flashbacks es que conocemos la infancia de Pamela Lyndon Travers (cuyo nombre real era Helena Groff y cuyo orígen es australiano). Viajando hasta 1906 conocemos la infancia de Helena (Annie Rose Buckley), una niña marcada por un padre completamente amoroso pero decepcionado de su vida como banquero (Colin Farrell) que lidia con una enfermedad fatal así como un grave problema de alcoholismo, una madre cada vez más ausente y distante que incluso intenta el suicidio (Ruth Wilson) y un final tan abrupto y doloroso para Travers, el padre de Pamela, que ni la famosa Tia Ellie (Rachel Griffiths), que prometió resolver todo puede evitar. 

Es sabiendo ésto que podemos ligar o entender porqué Travers era tan celosa de Mary Poppins. La famosa niñera fue un escape que Travers creó a su propio pasado para poder estar en paz con el hecho de que ella no pudo hacer nada para salvar a su querido padre del terrible alcoholismo del que era presa. Travers hubiera querido que una niñera mágica llegara a su hogar y pudiera salvar a su padre, dándole una segunda oportunidad. Para ponerlo en términos llanos: Travers creó en Mary Poppins la infancia que nunca pudo tener. Y con ello se puso en paz consigo misma. 

Más que el sueño de Walt, como señala el título latino, el filme muestra la catarsis de Pamela. Una disertación sobre el uso que le dan los artistas y el público en general al arte como un medio para poder enfrentar sus traumas del pasado y de alguna manera estar en paz consigo mismos. Cuando se es niño y se lidia con cuestiones que están fuera de comprensión, como pueden ser la muerte, el suicidio y la tristeza, muchas veces se tiende a la fantasía, al exilio o a ambas como único mecanismo para poder no volverse loco por esas cosas. Incluso en la edad adulta de muchas formas se repiten esas conductas, no porqué enfrentar esas cuestiones sea un asunto de madurez, sino porqué escapar en ocasiones es necesario para tomar aire. 

Hay una dialogo sumamente poderoso entre Travers y Disney cercano al final de la obra. Cuando Walt le pide una vez más a Pamela que le permita trabajar con su querido personaje, prometiéndole que el señor Banks será redimido y apreciado siempre que una persona vea la película. Ahí le dice que eso es lo que hacen los creadores, reordenan su pasado inyectándole más y más esperanza para poder finalmente estar en paz consigo mismos y poder dejar ir.

Disney narra cuanto le costó dejar ir la imagen de su padre obligándolos a repartir a el y a su hermano Roy periódicos entre la nieve del frío Kansas. Y es ahí cuando se cierra el circulo, cuando el arte no sólo sirve como catarsis, sino además como medio para perdonar. Es cuando la tesis central del filme se cierra. Cuando conocer el viaje de Pamela y comprender sus motivos nos lleva a celebrar que ésta hosca y clásica mujer se libere de sus demonios y éste lista para dejar volar a Mary Poppins por si sola.

El filme es muy cuidadoso en muchos y determinados aspectos. Se toca muy ligeramente el debate entre el creativo que se ve inmerso dentro de la vorágine de Hollywood, aun si éstos son los inocentes años sesenta. Si, Travers se refiere en repetidas ocasiones a ésto. Se lamenta de Winnie Pooh y su creador A. A. Milne, llama a Disneyland una maquina de billetes, le recrimina a Mickey Mouse su falta de sutileza y acusa a Disney de simple cuando considera que el guión es vacío y carente de sustancia. Pero poco realmente explora éste debate. No hay un intercambio serio sobre la inevitable perdida de elementos en el cambio de un medio a otro. Ni sobre la 'dulcificación' que la maquinaría de Hollywood imprime a sus productos. 

También es notorio el sumo cuidado con que se trata a los personajes. Quizá porqué no es necesario. Ni éste es un filme de Walt Disney, ni estos son los años treinta donde Walt se veía inmerso en huelgas de sus animadores y acusaciones de anticomunismo como para andar tocando esos temas. Es sabido que Walt fue un hombre básicamente conservador pero tampoco es que realmente deba ser tocado el tema. Incluso su conocido tabaquismo es apenas mostrado aunque tampoco es oculto. Por parte de Travers cuestiones relativas al gemelo en solitario que adoptó o su conocido bisexualidad también son omitidos. Pero insisto, esas cuestiones no son relevantes para la trama que se busca narrar. No son el lugar ni el momento.

Otro aspecto a remarcar sin duda debe ser la fidelidad histórica. Obviamente hay datos modificados por razones de necesidad en el guión o por embellecimiento de la historia. Por ejemplo, cuando Travers viaja a Burbank en 1961 no lo hace para ver si le cede los derechos a Disney, lo hace para cumplir su rol como consultora pues los derechos ya estaban cedidos. Sobre el segundo aspecto pues probablemente la escena de Travers bailando Let's Go Fly a Kite no existió en la realidad. Hay otros datos que son convenientemente omitidos (es sabido que tras la premiere del filme, Travers se acercó a Disney y le comentó que aun había mucho trabajo por hacer en el filme, a lo que Walt contestó que 'ese barco había zarpado ya', siendo la última vez que hablarían en sus vidas). 

Pero hay muchos otros datos que no están omitidos. El filme deja clara la negativa de Walt a invitar a Pamela al estreno y como ésta logra colarse. Se deja en claro el desencanto de Travers con la secuencia animada del filme, la negativa persistente a realizar cualquier secuela de la cinta y quizá la opinión ambivalente que siempre tuvo respecto al filme. Como toda película basada en una historia real, hay elementos cambiados o embellecidos con fines dramáticos, pero tampoco considero que de forma tan grave que alteren o cambien la esencia del filme. Así como Mary Poppins mantuvo en su esencia el viaje de salvación que realiza la niñera de los Banks y en especial su padre, así El Sueño de Walt respeta la esencia del viaje de Travers y Disney hacía la adaptación de la novela buscando mantener el espíritu de la obra. 

A nivel técnico no hay mucho que agregar. La dirección de John Lee Hancock es más que acertada, el guión de Kelly Marcel y Sue Smith es francamente encantador además de muy respetuoso y justo con Travers y Disney. Las actuaciones son verdaderamente encantadoras. Thompson se luce interpretando a Travers, un personaje sumamente complejo y rico en matices y contrastes, que puede ir del genuino encanto inglés a la brutal locura. Hanks logra capturar la esencia de Disney su carismática personalidad. Farrell crea un rico y complejo Travers Groff que muestra tanto el desencanto y enfermedad como el carisma y escapismo del personaje. Mención especial a Paul Giamatti y Melanie Paxson que como el chofer de Travers y la secretaria de Walt tienen momentos realmente encantadores. 

Los escenarios son francamente maravillosos. Filmada enteramente en el sur de Los Ángeles es francamente preciosa la manera en que se recrean tanto lso Estudios Disney como Disneyland en 1961, cuando ambas construcciones eran practicamente nuevas y el espíritu que se respiraba en ellas, con Walt a la cabeza era de innovación y camaradería dentro de una empresa ciertamente pequeña y amena. 

Difiero seriamente con quienes consideran a éste filme un comercial de The Walt Disney Company o siquiera una celebración de Walt Disney pues no es ninguna de las dos. En todo caso es un homenaje a el poder y fuerza creativa de dos personas que dentro de sus respectivos ámbitos renovaron e innovaron con genial sabiduría transformando sus demonios del pasado en esperanza y alegría de millones de personas de ayer, hoy y siempre. Sólo por eso, Walt y Pamela merecen todo nuestro respecto y cariño.

Y como Mary Poppins diría: spit-spot. 

En la próxima madeja: Venezuela, ¿en qué desastre está?

martes, 18 de febrero de 2014

Looking

La Madeja del Gato (con libertad sexual)
Madeja #251
Por Christopher Vergara

Hará cosa de unas cuatro semanas que HBO estrenó Looking, que fue anunciada como la visión gay dentro de la larga lista de series de calidad premium que el canal/productora ofrece a sus suscriptores, más allá de que ésto sea cierto o no (particularmente pienso que muchos de los productos de HBO están profundamente sobrevalorados), Looking se muestra como una genuina y encantadora dramedia sobre el hombre gay actual. 

Creada por Michael Lannan, productor de la cinta Recuerdame y del corto independiente Lorimar y producida ejecutivamente por David Marshall Grant (Smash, Brothers & Sisters), Sarah Condon (Clarissa explains it all y Bored to Death) así como Andrew Haigh (editor de una decena de películas). Looking narra las aventuras de tres amigos gay que viven en el San Francisco de nuestros días y se enfrentan a los dilemas y conflictos del hombre gay en el 2014. 

Así tenemos a Patrick (el siempre genial Jonathan Groff), diseñador de videojuegos en sus 29 años, que es el típico nerd enamoradizo que nunca ha tenido una relación real en su vida y se debate entre dejarse arrastrar por el mundo gay o mantenerse fiel a aquello que busca. Agustín (Frankie J. Alvarez), amigo de la Universidad de Patrick y artista frustrado que lidia con reencontrar sus aspiraciones artísticas mientras mantiene una relación de largo tiempo con vida. Finalmente tenemos a Dom (Murray Bartlett), hombre de 39 años que además de lidiar con la crisis propia de la edad, busca finalmente lograr sus sueños de tener un restaurante de pollo a la portuguesa. 

Esta es la premisa básica para una de las series no solamente amenas que ha tenido la televisión norteamericana sobre el mundo gay, sino cuenta con la fortaleza de tener una naturalidad pocas veces antes vista. La explosión de la televisión de temática gay finalmente nos ha llevado a éste punto donde sean las tramas y los personajes, más que su orientación sexual lo que determine el tipo de historias a narrar. 

Obviamente Looking no sería posible sin todas aquellas magníficas series que le han antecedido en la temática y desde mediados de los noventa fueron abriendo brecha en el mercado. Títulos como Will & Grace, Queer as Folk, The New Normal y Modern Family fueron abriendo temática gay en el mercado televisivo y nos han permitido que hoy en la televisión premium tengamos éste tipo de títulos. 

Como mencione, el punto más fuerte y apreciable de Looking es la naturalidad de sus personajes. No hablamos de personas que tengan ya su vida resulta y una familia hecha, sino tenemos treintañeros comunes que lidian con los problemas típicos de las relaciones humanas (encontrar una pareja estable, un buen empleo y realizar tus sueños) aderezados con los tópicos homosexuales de actualidad, como el amor en los tiempos de las redes sociales, las prácticas sexuales de moda o el conciliar una vida real y común con los estereotipos gay. Por eso la serie es tan brillantemente divertida, por el tipo de situaciones que presenta que sin ser ajenas a lo ordinario tienen un gran poder de relatabilidad con su audiencia. 

Es decir, es imposible no identificarse y empezar a querer a éstos personas. Por ejemplo, mi favorito es Patrick, porqué me identifico mucho con el. Como dije es el típico gay nerd y cursi que intenta equilibrar lo que el mundo gay exige de el o espera de el, con aquello que realmente busca y lo haría feliz. Para cualquiera que alguna vez haya tenido aunque sea un breve acercamiento a éste ambiente sabrá de que hablo. Es un ambiente donde, aunque todo mundo lo niega, se le exige demasiado a los otros, tanto en aspectos físicos pero incluso emocionales. Igual todos se acaban sintiendo como Patrick, lo cual sería muy irónico pero así me he identificado yo.

Además de los personajes, sus historias son realmente encantadores, pues aunque siguen un molde muy claro de capítulo temático con lección (es decir, cada episodio presenta una linea dramática muy clara que busca tratar un tópico gay en específico con todo y mensaje al final), también va armando lentamente una serie de tramas a largo plazo que permiten darle riqueza a los personajes. En ese aspecto combina la unidad episódica de la comedia con la expansión argumental del drama. 

Otro punto favorable de la serie es la forma de producción de HBO, que hace ordenes marcadamente breves (ésta temporada apenas totalizara ocho episodios), lo cual permite a los escritores tener una idea muy clara del tiempo disponible y las posibilidades argumentales que se les presentan y el como aprovecharlas. Un dato muy bonito sin duda es las locaciones, pues el San Francisco actual muestra la edad y experiencia pero también mucha vitalidad.

Un tema muy comentado por la prensa fue el relativo a las escenas sexuales que pudiera presentar la serie. Sobre ello cabe establecer que, más allá del morbo, la verdad es que éstas han sido dispensables en la serie. De hecho, entre menos sexo ha presentado el capítulo mejor ha sido. El primer capítulo, con los problemas típicos de cada inicio tuvo sexo frecuente y el resultado me dejo ambivalente. El cuarto episodio no presentó una sola escena de sexo y fue mucho más divertido. De cualquier forma, la forma en que es presentado el sexo en la serie es bastante natural y estéticamente agradable.

Por ello es que Looking es una gran serie que aun nos depara muchas sorpresas rumbo a futuro. Con un muy solido elenco (Groff encabezando pero el resto funcionando de maravilla), unos guiones encantadores, unas historias muy vívidas y un enfoque netamente natural, estamos pues ante un nuevo punto de quiebre para la televisión de temática gay a nivel mundial. Bien Looking. Muy bien. 

Y en la próxima madeja: Review El Sueño de Walt.

lunes, 10 de febrero de 2014

Sobre el espíritu de la Constitución

La Madeja del Gato (constitucionalista y de fiesta)
Madeja #250
Por Christopher Vergara

Uno de los lugares comunes más socorridos durante el pasado aniversario número 97 de la Constitución de 1917 fue que derivado de las más de quinientas reformas que se la hecho ésta es irreconocible, ha violentado los principios del pacto social que le dio origen y e incluso se han expresa absurdos como el de decir que si un Constituyente de 1917 estuviera vivo y la leyera se volvería a morir. Tales afirmaciones vinieron de gente tan respetable como Diego Valadés hasta gente como Alejandro Sánchez Cámacho o Dolores Padierna. 

Más allá de que a éstas alturas son un completo cliché, estas expresiones no reflejan más que un total desconocimiento sobre el texto original de 1917 así como otra innecesaria pero clásica veneración de aquellos mitos fundacionales que hasta la fecha nos siguen persiguiendo como fantasmas y que tanto nos han hecho daño. 

El texto original de 1917 fue una Constitución sin duda alguna revolucionaria en su momento, al elevar a rango constitucional cuestiones esenciales como los derechos de clases o grupos sociales como los trabajadores o los campesinos así como declaraciones de gran valor como la gratuidad y universalidad de la educación básica. 

La Constitución de 1917 fue un texto, sin embargo, que básicamente siguió la tradición jurídica liberal imperante en la época. Es decir, más allá de establecer un Estado benefactor o social, el texto original era un texto que regulaba las relaciones entre factores sociales desiguales como el patrón y el trabajo o establecía el fin de cotos de poder como los latifundios, lo cual es un gran avance, aunque basicamente es ser un arbitro entre particulares. De ahí a establecer que el texto de 1917 creó el Estado de Bienestar que hoy está en crisis pues es una exageración. 

El Estado de Bienestar, que tanto se le achaca al Constituyente de 1917 no fue sino una invención jurídica e histórica del Partido Revolucionario Institucional y sus antecedentes. Los grandes beneficios sociales que se generan hacía los trabajadores, los campesinos, estudiantes, la industria petrolera, eléctrica, etc no se dan hasta alrededor de veinte años después bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas y siguieron instrumentándose hasta los gobiernos de Adolfo López Mateos e incluso Luis Echeverría Álvarez. Muchas veces más con fines políticos y de despresurización social, que de verdadero compromiso con el mantenimiento del 'espirítu de la revolución' que era tan socorrido por el partido oficial. 

Es decir, venerar la Constitución de 1917 en su texto original es cargarle milagros que no le correspondieron sino a las tan temidas y vilipendeadas reformas que se llevaron a cabo desde los gobiernos de Lázaro Cárdenas hasta nuestros días. 

El otro argumento central que se esgrime es que la Constitución de 1917 al ser tan radicalmente diferente al texto original es practicamente irreconocible, y por ello se hace necesario crear una nueva que 'creé un nuevo pacto social'. Más allá de la idoneidad o no de redactar una nueva Constitución (que yo considero innecesario) es importante hablar sobre la idea de la Constitución estática así como las reformas a está. 

Gracias al discurso de los medios y algunos políticos de pocos vuelos, hoy en día el reformar la Constitución es visto como otro de los síntomas de la partidocracia y los excesos del poder. Tal consideración me parece manipuladora y falaz. Buscar que a estas alturas de nuestra existencia, la Constitución fuera casi idéntica al texto de 1917 es practicamente absurdo por una simple razón. Nosotros somos radicalmente diferentes a la gente de 1917. 

Como diría el buen Ferdinand Lasalle, la Constitución deben entenderse como el reflejo de los factores reales de poder, de las fuerzas vivas de la Nación, por así llamarlos. Es claro que social, política y económicamente no tenemos nada en común con la sociedad de hace 97 años y sin cortapisas, me alegro ampliamente de que así sea. 

Romanticismos históricos aparte, somos una mejor sociedad que la de hace cien años. Tenemos un mejor entendimiento y respeto hacía el entorno, tenemos fijados con mayor claridad algunas reglas de convivencia social y civilidad, hemos reconocido y protegido la otredad y en muchas maneras hemos avanzado en la forma de ejercer el poder, distribuirlo y fiscalizarlo. Tal vez no con la efectividad que quisiéramos, pero cuando menos las decisiones políticas fundamentales, o los anhelos en términos llanos ahí están. 

Es obvio que si un Constituyente de 1917 se levantará de su tumba hoy, no reconocería para nada la Constitución actual, y es fenomenal que así sea. Porqué la Constitución tiene que responder mis anhelos y los de todos los ciudadanos mexicanos. No los de un señor que vivió hace cien años en condiciones completamente distintas, con un trasfondo que se remite al mismo siglo XIX y con una construcción ideológica que hoy ha sido superada. 

Entonces, ¿cuál es la razón de rendir pleitesía y prender incienso al texto original de 1917 como si haberlo cambiado sea la consecuencia de nuestra tragedia nacional?. Más allá del interés político de algunos actores, es claro que la nostalgia por el texto original se halla más relacionada con ese cariño por los mitos fundacionales que tan bien se nos han enseñado (ergo, la historia oficial) como al claro miedo hacía el cambio que representa reformar el texto constitucional. 

Yo ampliamente me congratulo de la mayoría de las reformas constitucionales que se han realizado en los últimos veinte años. Sin ellas no tendríamos todo un entramado no sólo de organización y funcionamiento del poder, sino de nuestra esfera de derechos. Desde el simple hecho de que hoy en día tengamos derechos humanos reconocidos y no garantías otorgadas verbigracia por el poder, hasta el hecho de que contemos un aparato institucional amplio, que ejerce pesos y contrapesos y que ofrece herramientas mínimas para que la ciudadanía pueda fiscalizarlo, es claro que nuestra Constitución actual es ampliamente superior a la de 1917. La discusión sobre si aun existe o no el Estado social es ciertamente importante y quizá es donde no sabemos que hacer, pero ello no alcanzar a descalificar todo lo anterior.

O sin pecar de soberbia temporal, simplemente el texto actual responde a las necesidades e intereses de los factores reales de poder (entre ellos, la ciudadanía) de hoy en día. Eso es más valioso y funcional que una clase de historia mezclada con frases sentimentales del corte 'en mis tiempos las cosas eran mejores'. 

Incluso, si realmente consideramos que la Constitución actual no refleja lo que quisieramos o necesitaramos de ella, ¿no es ello un reflejo de nuestro fracaso como factor real de poder?. La ciudadanía, por tamaño, relevancia y fuerza es el factor real de poder por excelencia de cualquier democracia al ser quien conduce a la Constitución hacía donde le convenga. Que la ciudadanía no se sienta representado por la Constitución (más allá de que la conozca o no) es culpa de la ciudadanía misma que nunca se ha asumido como titular de derechos ni ha querido impulsar los cambios que considera necesarios, dejando en manos de otros factores reales las decisiones políticas fundamentales. 

No prendamos incienso al texto original de 1917 y prendamos fuego al actual. Comprendámos que son textos distintos, acordes a la realidad social de cada época. Apreciemos lo mucho que hemos avanzado y asumamos nuestro papel como actores fundamentales en la definición de los contenidos de la Constitución. Así, verdaderamete se honra el espíritu de aquellos que dieron su vida para generar aquel texto de 1917.

sábado, 8 de febrero de 2014

Sobre la indiferencia

Toda mi vida he temido a la indiferencia. 

Es por ello que muchas veces me esfuerzo tanto con las personas, muchas veces más de lo que realmente necesitan o merecen. Tengo una solida necesidad de ser recordado por otros que buena parte de mi aprobación viene del exterior. Quizá estoy mezclando conceptos, pero en resumen la indiferencia de otros me lastima y hace sentir ignorado. Ni siquiera es como tal un miedo a la soledad, es un miedo a que nadie me recuerde. 

Ultimamente hay otro tipo de indiferencia que me está preocupando cada vez un poco más. Uno que noté hace tiempo y que cada vez he ido sintiendo más fuerte. La indiferencia sobre aquello que siento. 

De ello fui consciente hace un año o algo así, viendo un episodio de Once Upon a Time (lo sé, así de patético soy en ocasiones). En ese episodio se cuenta porqué la Reina Malvada odia a Blanca Nieves. De alguna manera Blanca Nieves fue culpable de la muerte de el único hombre que la Reina alguna vez amo en su vida. 

Más allá de la historia y todo lo relativo a la serie (que es magnífica), lo que realmente me traumó fue ver, sentir de manera clara como el corazón de la Reina no sólo se rompía, más que eso, se hacía duro, se cerraba, no dejaba entrar nada nunca más en su vida. 

Proporciones guardadas y sin odio, claro. Pues, así me he sentido últimamente. Tras mi último fracaso amoroso, el último de tanto, y tras una medianamente breve depresión tras ello. Me he sentido... completamente indiferente ante el amor, y en menor medida ante todo lo demás. Como si, inconscientemente, no quisiera nada. 

Anteriormente, recuerdo que como muchos de mis amigos y amigas, solía ir por las calles pues viendo chicos. Quizá jamás les hablaba ni nada por el estilo, pero los veía, me sentía atraído hacía ellos, me gustaban, y hasta los sabroseaba para ser textual. Pero éstos días, ya no lo hago. Me he dado cuenta que difícilmente veo a los chicos y mucho menos pienso en ellos más que humanos comunes y corrientes como todos los demás con los cuales no tengo ninguna relación. 

Otro aspecto donde lo he notado es que... ya ni siquiera me duele tanto. Antes, cada cierto tiempo, me deprimía estar solo y lloraba por ello. Ya casi no lo hago. Incluso en ocasiones me he sentido triste por ello o por otras cosas, y realmente no me he sentido tan triste como para llorar. Me ha costado mucho trabajar llorar. Ya no me sucede tan facilmente como antes. Y no es que me guste llorar, pero hacerlo muchas veces me aliviaba y otras me hacía sentir algo.

Aunque por el contrario, y creo que como consecuencia de, me he vuelto un sensible de primera. O me conmuevo facilmente. Me ha pasado, en más de una ocasión, que ciertas cosas, como una película o ciertas imagenes en la calle, me conmueven de manera fuerte y me causan algunas lágrimas. Como si una mezcla de celos con nostalgia inexistente se apoderará de mi y me hiciera llorar. Rompiera ese envase y sacara todo.

Y me preocupa mucho porqué... bueno, no convertirme en una de esas personas amargadas e insensibles que se pierden en ellas mismas simplemente porqué han perdido la fe. No cuando se que puedo ser tan romántico y tan entregado y apasionado en una relación. Cuando creo de sobremanera en el amor y le doy vital importancia en mi vida. Sería como fracasar en el gran momento de tu vida y condenar el resto de ella al olvido.

No quiero dejar de sentir, ni dejar de buscar algo. Quiero volver a emocionarme, a enamorarme, e incluso quiero volver a sentir esa especie de dolor tras un fracaso. No quiero volverme una persona insensible. Pero, ¿cómo hacerlo?, ¿cómo te vuelves a emocionar por algo que nunca llega?. Es difícil mantener la misma esperanza e ilusión cuando todo conduce a apagarla. Sinceramente a veces quisiera saber que me sucede y porqué me siento así.

Tampoco es que no quiera o busque una relación. Lo sigo haciendo, pero ya no siento esa emoción o e ímpetu al hacerlo. Quizá mezclado un poco con alguna depresión o algo así, pero se siente como, si supiera que no lo voy a obtener y que sólo estoy lánzadome al vacío sabiendo que caeré. Como si hubiera perdido la fe. 

¿Cómo dejas de ser indiferente ante ello?, ¿cómo logras volver a conectar y volver a emocionarte?. Incluso más allá de que la vida parece negarse sistemáticamente a lo que busco. ¿Cómo logras perder la indiferencia?, ¿cómo recuperas la pasión por algo?, en especial algo tan importante como eso. Es decir, ¿cómo vuelves a sentir esa emoción?, ¿cómo crees en algo en lo que llevas tanto tiempo soñando?.

En muchos sentidos siento que mi vida no tiene dirección y mucho menos destino, aunque se que parte de ello es propio de la edad y del momento en que me halló en mi vida. Pero se que en éste aspecto que relato no. No debería sentirme tan perdido y tan tonto y tan inútil en ello. 

A veces siento que la respuesta se halla en factores externos a mi, que se hallan fuera de mi control. Pero, sinceramente no sé. Igual y realmente debo aceptar que así va a ser toda mi vida, y tomar esa indiferencia como aquello que me permitirá sobrevivir a todo. ¿Pero ese no es el mejor escenario, verdad?. 

Quizá es una prueba. Deseo que sea la tormenta oscura antes del claro amanecer.

domingo, 2 de febrero de 2014

María de todos los Ángeles

La Madeja del Gato (con su pechito, blaquito, blanquito)
Madeja #249
Por Christopher Vergara

Hoy concluye su segunda temporada María de Todos los Ángeles, la popular comedia de situación de Televisa, creada y estelarizada por Mara Escalante y Ariel Miramontes, que en su segunda temporada brilló mucho menos, más a causa de la cruda realidad de la televisión mexicana que por sus propia esencia.

Como recordarán, María de todos los Ángeles fue un proyecto grabado en Televisa entre 2007 y 2008, que Televisa mantuvo enlatado hasta que Mara Escalante ganó el segundo lugar en el reality show 'Hazme Reir', estrenándose finalmente en 2009, y convirtiéndose en un éxito de audiencia y crítica, así como de ventas.

Y entonces, en lugar de ordenar y producir inmediatamente la segunda temporada, tal como dicta la decencia y la lógica empresaria, Televisa y su constante desdén por la comedia tuvieron parado el proyecto durante todo 2010, 2011 y 2012, hasta que en 2013, el proyecto poco a poco (y no sin muchas interrupciones) tomó forma y se filmó el año pasado, estrenándose hasta hace poco más de dos meses (en esas raras estrategias de programación donde Televisa emite dos capítulos por semana, terminado de manera más rápida la orden de producción).

Como recordarán, María de todos los Ángeles narra las aventuras de María (Mara Escalante) una mujer en sus treinta que siente que se le va el tren y busca desesperadamente el amor, encontrándolo en Albertano (Ariel Miramontes), un treintañero bueno para nada celado por su posesiva e inconforme madre, Doña Lucha (Mara Escalante). El elenco lo completan los hermanos de Albertano, Rosa Aurora (Alma Cero) y El Chino (Beng Zeng), la mejor amiga de María, Betzabé (Monserrat Marañón) así como el Abuelo de María, don Carmelo (Pedro Romo, quien sustituye al difunto Carlos Cobos). Esta temporada además trajo la adición de el personaje de El Macaco (José Luis Guarneros), quien anteriormente fue parte del equipo de escritores. 

El principal problema de ésta temporada, sin duda es que perdió la magia de la anterior. Eso no quiere decir que sea mala, obviamente hay mejores (principalmente a nivel técnico donde se nota hubo un mayor presupuesto). Los guiones mantienen más o menos la misma calidad, el mismo tipo de chistes y el mismo nivel de crítica social, pero aquella magia que caracterizó a la primera temporada y la volvió tan popular sin duda estuvo ausente la mayor parte de la temporada, salvo muy ligeros chispazos por aquí y por allá. 

¿Se puede explicar esa 'magia' perdida? Creo que si. Lo atribuyo principalmente a dos factores: un 'desencanche' de los guionistas y actores de la serie, y también a una especie de soberbia creativa por parte de los mismos. Ambos provocados, sin duda por el paso del tiempo entre temporada y temporada. Para ser más claros, la primera temporada fue un proyecto largamente acariciado por Mara Escalante, quien lo cocinó durante años, con un grupo de ilustres desconocidos, que pusieron su alma y se partieron el lomo con tal de que aquello funcionara. 

Cuatro años hicieron que cada uno de los actores (principalmente Escalante y Miramontes) tuvieran sus propias carreras y proyectos, y fueran aumentando o creando (según el caso) su propio nombre. Ergo, les fueron dando un ego y un nombre propio (no en balde, hubo diferencias creativas y de egos en la pre-producción de ésta temporada). De alguna manera, pareciera como que se subieron en su nube. 

Por otro lado, el 'desencanche' en los guionistas (y en menor medida en los actores) se refiere a la falta de pulimento en la escritura de los guiones. En la mayoría de los episodios se siente un exceso de tramas, pues cada capitulo narra dos historias, aunque cada una daba para su propio episodio. Además se siente un exceso de personajes, pues a la adición de Guaneros (natural y esperada) se suman una decena de invitados especiales que terminaron mayormente desaprovechados (sin ir más lejos, basta ver como el personaje de Doña Juana (la genial Lucia Guilmain) estuvo completamente desaprovechado. 

El tiempo incluso se llevo a dos grandes personajes. Por un lado la perdida de Carlitos Cobos sin duda fue irreparable. No es que Pedro Romo sea un mal actor pero no tiene el inmenso carisma, la voz, la enjundia y la energía de don Carlos. Por su parte, la ausencia de Delfino, personaje que interpretó el finado Evelio con V Chica, jamás fue explicado y de muchas maneras también se resintió. 

Esto no significa que el programa sea malo. La verdad sigue teniendo cierto encanto, sigue teniendo buenos chistes y en general al formula se mantiene. Pero si se siente que le falta algo. Sin duda, mi capítulo favorito de la temporada es aquel donde se cuenta el origen del Chino. Ahí el guión estuvo muy bien trabajado, no hay exceso de tramas, los chistes y la crítica estuvieron bien colocados. Fue un gran episodio, como los de la primera temporada. 

Los demás, siguen siendo brutalmente superiores a la media de programas de comedia mexicana (lo cual sigue siendo muy sobresaliente) pero sin alcanzar el estándar de calidad superior que hizo a la primera temporada un hito en la comedia mexicana. 

De haber una tercera temporada, ojalá sea más pronto y ojalá recupere buena parte de ese espíritu que por muchos momentos se pareció perder por aquí. Porque al final, es una gran serie, con un gran elenco y una excelente crítica.

Y en la próxima madeja: ¿Es viable una Ley de Marchas para la Ciudad de México?