jueves, 26 de marzo de 2015

Glee, el adiós.

La Madeja del Gato (gleek por siempre)
Madeja #297
Por Christopher Vergara 

Aún recuerdo como si fuera ayer aquel lejano 13 de septiembre de 2009 cuando Fox (donde en aquel tiempo veía Lipstick Jungle) pre-estrenó Glee. La serie de inmediato me capturó, quien no se iba a sentir identificado con un montón de inadaptados sociales que no encuentran su lugar en la preparatoria, que anhelan y temen a la fama y el reconocimiento y que en la música encuentran su equilibrio, amistad y amor.

En aquel tiempo tenía apenas 18 años aunque realmente siempre he sido más inmaduro de lo que realmente es mi edad. Por eso, de entre todas las historias me hizo mucho sentido la de Kurt, aquel niñito gay, temeroso de mostrarse como es y amedrentado por quienes lo consideran diferente en sentido negativo. Ese momento final cuando cantan Don't Stop Believin' fue simplemente mágico.

El episodio piloto de Glee me dejó una sensación de alegría y de bienestar tan genial. Una suerte de reconciliación con aquellos momentos de tu pasado donde no fuiste lo suficientemente atrevido y valiente (además de una gran comedia y grandes canciones y divinos protagonistas) que sin dudarlo dije, le daré una oportunidad.

En noviembre de ese año la serie se estrenó de forma regular. y obviamente ahí estuve... Solamente me seguí enamorando (de forma inconsciente) más y más de esa bonita serie. En su momento la definí como High School Musical meets The Middle, porque era toda la onda optimista y musical de la película de Disney con toda la vibra cínica y ácida de la serie de Warner.

Y siguieron magníficos episodios que de alguna forma narraban el proceso de aceptación de la sexualidad (que quizá nunca tuve) con Kurt admitiendo ante Mercedes que es gay y finalmente frente a su padre, que lo acepta pues eso era algo que siempre supo. Lo acepta y lo quiere.

Y entonces llego ese episodio... el episodio ocho, Wheels... donde Kurt y Rachel tienen un fantástico Diva Off por el solo de Defying Gravity. Ahí fue cuando la conjunción entre argumento y música llego a un punto tan perfecto que Glee se ganó mi absoluta lealtad, cariño y amor como televidente. Desde entonces a la fecha, no me perdido un solo episodio de Glee, incluso lo ha de haber visto cuando menos dos o tres veces cada uno.

Desde entonces Glee es parte de mi. Este blog es testigo de eso, le dedique al menos una columna a cada temporada... esa primera temporada que nos hizo enamorarnos de estos personajes, sufrir con Rachel y su amor cada vez menos imposible por Finn, odiar a Terry que falsificaba un embarazo y evitaba que Will amara a Emma, y mi Kurt descubriendo quien es y aceptando las cosas, incluyendo esas históricas regionales que se perdieron pero nos dieron un año más.

Esa irregularidad pero magnífica segunda temporada que nos dio a ese inolvidable personaje y magnífico talento que es Blaine, la perfecta combinación para Kurt, y el amor verdadero, adolescente pero eterno con que todas las personas (o al menos todos los gays) soñamos. La tercera temporada donde tantos sentimientos se juntaron pues finalmente Nuevas Direcciones ganaron las Nacionales justo a tiempo para la graduación.

La cuarta temporada presentó muchos cambios con Rachel mudándose a Nueva York mientras su relación con Finn subía y bajaba, a la vez que este encontraba su vocación como profesor mientras el resto de los New Directions originales se graduaba. Quien iba a pensar que jamás podríamos ver el sueño de Finn volverse realidad. Esa cuarta temporada fue la última de la serie que tuvo un éxito similar al de las anteriores.

Simplemente algo pasó con la quinta temporada que no contó con el mismo cariño del público. Sólo los verdaderos Gleeks nos quedamos estas dos temporadas restantes. Alucinamos con el fin de New Directions y la vida loca en Nueva York incluyendo las malas decisiones de Rachel respecto a su carrera y la pedida de mano más hermosa jamás vista cuando Blaine pidió la mano de Kurt.

Esta sexta temporada fue un back to basis para Glee. Aprovechando el fracaso de Rachel tras sus malas decisiones, ella y Kurt deciden regresar a Lima a reiniciar el club Glee que Sue había logrado por fin cancelar. Reiniciar el club mientras retomaban el sentido de sus vidas. Si, trece episodios fue muy poco tiempo pero cuando menos fue suficiente para dejar todo en orden. Más importante aún, para reivindicar y dejar en claro el valor y sentido de Glee.

Glee nunca olvidó o siempre fue dos cosas: un canto de amor a la música y al poder de las artes como medio de elevar el espíritu en las escuelas. Y un canto de respaldo y apoyo a la diversidad en todas sus formas, especialmente la sexual; al derecho de toda persona de ser como quiera ser y ser respetado por eso. Inclusión y música, diversidad y arte. Sólo eso.

Gracias a Glee conocí cientos de canciones y me enamoré de muchas de ellas. Conocí a decenas de artistas, ritmos, géneros, emociones. Probablemente cualquier erudito (sangrón) de la música podrá decir que Glee no hacía más que destrozar canciones y atentar contra la historia de la música pero por mi parte sólo le queda desearle que se joda. La música es atemporal pero muchas veces necesita de contextos más recientes para que otras personas puedan captarlo y quizá conocer la fuente original y enamorarse de ella.

En mi caso, gracias a Glee me enamoré (perdida y locamente) de Wicked, el musical y de Queen... Desde ese primer brillante Defying Gravity quedé prendado de una canción que me hablaba en tantas formas que no pude más que buscar la fuente original y enamorarme de todo: de las canciones, del musical, de Idina Menzel, y en ultima instancia del libro. Lo mismo con Queen... grandes tributos le hicieron pero Don't Stop Me Now, en versión de Darren Criss fue la que finalmente me hizo comprender el poder, relevancia y majestuosidad de Queen, gracias a Glee me adentre en la fantástica discografía de ese gran grupo.

Voy a extrañar mucho a Glee que cada semana no sólo hacía tributos a los grandes éxitos del momento (algunos que no conocía por supuesto) sino que además siempre era una hermosa y talentosa clase de música donde uno abría su mente y oído a ritmos quizá tan viejos como nuestros abuelos o padres pero que tenían aún mucho que decir. De alguna forma, Glee nos deja huérfanos de seguir enriqueciendo nuestro conocimiento musical pero sin duda mucho más ricos y con más conocimiento del mismo.

Glee como nadie defendió muchas banderas. La importancia de las artes en la enseñanzas es radical pues es igual o más importante que los deportes y los conocimientos científicos. En muchas maneras, el arte, la expresión más abstracta e inconsciente de la psique humana es lo mejor que podemos señalar que nos dota de humanidad y diferencia respecto de los animales. Las artes son sumamente necesarias pues elevan y pulen el espíritu. Que Glee haya impulsado que al menos unos cuantos niños y jóvenes perdieran miedo a expresarse y se acercará al arte en cualquiera de sus formas es sumamente poderoso. Y no fueron pocos, es sabido que los coros escolares aumentaron en Estados Unidos y tomaron mayor fuerza desde la emisión de Glee al aire.

Pero es igual de valioso lo que Glee hizo respecto a la inclusión y aceptación. Desde el primer hasta el último momento Glee siempre apeló por aceptar a los otros como son, con sus defectos y virtudes, celebrar las mismas y hacer todo lo posible porque las semejanzas pesen más que las diferencias. No hay un sólo rasgo social que no haya sido al menos tocado una vez siempre con la misma honestidad y con el mismo tono de aceptación y fraternindad, siempre en un plano de igualdad, nunca de condescendencia.

Los afroamericanos, las personas con Síndrome de Down, los asiáticos, las personas con sobrepeso, con síndrome de Asperger, con una discapacidad física, con dislexia, los judios, obviamente los homosexuales, lesbianas y transexuales. Todos aquellos que alguna vez pudieron ser etiquetados o ser tratados de forma agresiva o inequitativa fueron defendidos, porque al final las diferencias sólo nos van a destruir, mientras las semejanzas nos permitirán vivir mejor. Un mensaje que la humanidad siempre ha conocido y nunca termina de entender.

Obviamente el mensaje más claro siempre fue el de la diversidad sexual, probablemente porque los creadores y productores siempre han defendido ese tema, en especial por el mismo Ryan Murphy que es gay. Obviamente es el mensaje que más resalto y más me hace eco porque yo también soy gay. Pero no por ello debe ser ignorado o descalificado como propaganda gay o alguno de esos estúpidos epítetos que utilizan los conservadores reaccionarios.

Glee tuvo la valentía de hablar siempre con claridad y defender el derecho de amar a quien tu quieras e ir en contra de aquellos que lo amenazan como pueden quienes realizan bullying. La historia de crecimiento de Kurt, de un tímido muchacho en el closet e inseguro de si mismo, hacía un joven exitoso, seguro y orgulloso de si mismo, casado con otro joven igual de seguro y orgulloso de su amor es 'el camino del héroe' de cualquier homosexual.

Para cualquier chico o chica que alguna vez en su vida haya sufrido algún maltrato, haya tenido miedo o haya dudado de que las cosas pueden funcionar para el. Glee no es otra cosa más que un bálsamo, la mejor manera de decir que las cosas van a mejorar, porque muy probablemente lo hagan siempre cuando tengas la confianza y la fe y el cariño en ti mismo para defender lo que eres, en lo que crees y luchar por tu propia felicidad. Esa es la clave esencial: jamás rendirse y siempre, siempre buscar tu felicidad.

Por es muy relevante el discurso final que da Sue donde finalmente reconoce el papel de las artes en la educación pero en especial el coraje o valentía que representa defender lo que crees. Al final del día y aunque sea una historia que hayamos visto decenas de veces, se necesita demasiado coraje para romper los esquemas que rigen tu vida y lanzarte sólo con tu suerte al vacío esperando que las cosas salgan bien y que tus sueños revelen tener fortaleza para pervivir en tu vida. 

Por ello es relevante no dejar de creer. La esperanza, que Glee bordó desde el principio más remoto con aquel inolvidable número Don't Stop Believin' es aquello que le da empuje y sustento al valor por romper los esquemas. Porque cuando inicias una aventura en la que estás yendo en contra de las probabilidades, las expectativas, los esquemas o simplemente cuando estás viviendo, necesitas esperar que las cosas salgan bien o mejores. No dejar de creer por eso resulta relevante, porque implica no permitirte darte por vencido. 

Al inicio de la serie, Rachel decía que uno de sus mantras de vida es que ser parte de algo especial te hace especial. Ello tiene un valor muy significativo pues habla sobre el valor de la amistad y los lazos cuasifamiliares que se forman con aquellas personas con las que compartes tantos momentos y aventuras que terminan siendo el núcleo esencial de tu vida. Efectivamente no puedes dejar de creer y tampoco puedes hacer las cosas solo, o mejor aún, las cosas funcionan mejor o más adecuadamente cuando tienes algo a tu lado. 

Pero muchos años después Rachel reflexiona y llega a otra gran verdad que le enseñó Will, ser parte de algo especial no te hace especial, algo es especial porque tu eres especial. Esta es una enseñanza que dicha simplemente así carece de sentido y requiere todo un proceso de crecimiento (como el que tienen Rachel, Kurt y el resto de los personajes) y que tiene que ver con el proceso de madurez donde te das cuenta que aquellos medios que pensaste que te impulsaron a lograr tus objetivos no fueron realmente más que medios que tu mismo impulsaste. Es decir, al final del día el motivo por el que las cosas funciona es básicamente tu mismo. 

Por eso, el mantra final de Glee toma tanto sentido: See life not as it is, but as it should be. No veas la vida como es, sino como debería ser. Porque en ello consiste la esperanza definitiva. La vida, desafortunadamente es un mundo de claroscuros donde nos topamos con cosas geniales y hermosas y cosas horrendas y decepcionantes. La vida misma por regla incluye unas y otras. Pero ver el mundo, la vida como debería ser significa hacer de la esperanza un mantra de vida tal que ninguna situación parezca irreversible, irredimible o irreparable. Que las cosas eventualmente tienen un modo de mejorarse y transformarse. Quizá no en el ámbito personal donde nos beneficiarían pero si en un impacto hacía futuro, más allá de nuestro entorno. Donde los cambios realmente pesen. 

Por eso Glee es realmente valioso. No sólo por revivir el género de los musicales en televisión, no sólo por ser un semillero de talentos actorales y vocales, no sólo por defender los derechos de las personas homosexuales o con discapacidad, no sólo por regalarnos grandes historias y emociones cada semana, Glee tiene en esencia y transmitió a su audiencia seis años un mensaje de vida sumamente poderoso que en un mundo cada vez más oscuro y complejo toma fuerza como el método más eficaz de hacer frente a las adversidades. Quizá incluso de manera inconsciente, Glee es un canto a celebrar la vida y sus maravillas, a luchar porque esas maravillas sucedan y a nunca dejarse levantar. 

Tal como desde aquel primer capítulo se dijo, por su pura definición, Glee significa abrirse uno mismo, a la alegría. 

El Último Hilo: Es realmente innecesario, pero Glee contó siempre con un fenomenal elenco y equipo de producción sin el cual no sería nada.  A nivel actoral Glee siempre nos regaló grandes actuaciones e interpretaciones, a nivel argumental y con detalles como toda serie, siempre hubo grandes y relevantes historias que no por ello renunciaban a el humor y la diversión. Grandes personajes que estarán siempre en nuestros corazones. 

Gracias a Lea Michele, Chris Colfer, Cory Monteith, Matthew Morrison, Jane Lynch, Darren Criss, Jenna Ushkowitz, Amber Riley, Kevin McHale, Dianna Agron, Naya Rivera, Heather Morris, Mark Salling, Chord Overstreet, Jayma Mays, Dot-Marie Jones, Harry Shum Jr., Becca Tobin, Alex Newell, Jacob Artist, Blake Jenner, Melissa Benoist, Iqbal Theba, Lauren Potter, Max Adler, NeNe Leakes, Jonathan Groff, Ashley Fink, Samuel Larsen, Damian McGinty, Mike O'Malley, Romy Rosemont, Jessalyn Gilsing, Samatha Marie Ware, Laura Dreyfuss, Billy Lewis Jr., Vanessa Lengies, Marshall Williams, Noah Guthrie, Idina Menzel, Grant Gustin, Gwynelth Paltrow, Robin Trocki, Kristin Chenoweth, Whoopi Goldberg, Sarah Jessica Parker, Adam Lambert, Demi Lovato, Kate Hudson, Jennifer Coolidge y tantos más actores que falten (incluyendo al señor y señora Tubbington) por regalarnos tan geniales actuaciones y tan bellos momentos. 

Gracias a Ryan Murphy, Ian Brennan, Brian Fachulk, Adam Anders, Nikki Anders, Tommy Faragher, Dante DiLoreto, Peer Arstrom, Michael Hitchcock, Ali Adler, Matthew Hodgson, Roberto Aguirre-Sacasa, Rivka Sophia Rosie, Ross Maxwell, Ned Martel, Jessica Meyer, Aristotle Kousakis, Russel Friend, Garrett Lerner, Stacy Traub, Marti Noxon y tantos otros directores, guionistas y productores musicales que hicieron de Glee la serie consentida de todos, con gran música, grandes historias y bellos momentos. 

Hasta siempre mi Rachel, mi Kurt, mi Blaine, mi Sam, mi Sue, mi Will, mi Quinn, Tina, Mercedes, Artie, Finn, Puck, Jake, Marley, Joe, Santana, Britanny, Figgins, Becky, Kitty, Emma, Burt, y tantos y tantos personajes que me hicieron soñar, reír, llorar, emocionarme, intrígarme, divertirme, enternecerme. Llevarme por toda esa gama y gala de emociones. Por enseñarme a siempre desafíar la gravedad. Los quiero intensamente chicos, tanto como se puede querer a los personajes de una serie que no existen en este plano de la realidad. Gracias por el viaje chicos, jamás los olvidaré. Los llevo siempre en mi corazón.

Don't stop believin'. Nunca dejes de creer. 

Y en la próxima madeja: Review de Alexander y el día terrible, horrible, malo, ¡muy malo!.

domingo, 15 de marzo de 2015

La Cenicienta

La Madeja del Gato (bibidi babidi bu)
Madeja #296
Por Christopher Vergara

Aunque La Cenicienta (el clásico animado de Walt Disney) fue una película que vi desde que era niño, fue hasta mucho después, probablemente a finales de mi segunda decada de vida que realmente entendí el mensaje y la valía del personaje. La Cenicienta, pese a su aparente rol pasivo frente a los sucesos, tiene como virtud principal el de la bondad como modo de vida. La bondad como el mecanismo de acción y de defensa que eventualmente te permitirá enfrentar cualquier reto que te ponga enfrente la vida. 

Siguiendo su muy exitosa tendencia de traducir a acción viva sus más grandes clásicos animados (Alicia en el País de la Maravilla y Maléfica, hasta el momento); Disney llevaba unos años persiguiendo un proyecto en acción viva de Cenicienta, hasta que encontraron en Kenneth Branagh (director de la primera Thor, así como varias brillantes adaptaciones shakesperianas) al director ideal para llevar a la pantalla el guión escrito por Chris Weitz (director de American Pie, Luna Nueva y La Brujula Dorada). 

Disney les pidió a Branagh y Weitz una adaptación directa de La Cenicienta. Es decir, no versiones oscuras, realistas, críticas o nihilistas del cuento de hadas (lo cual sobra decirlo, es bastante fácil de lograr). La adaptación que logra Branagh con el guión de Weitz es encantadora. No es una fotocopia sin alma del mismo, es un homenaje a la vez que un recordatorio de que lo clásico no es necesariamente viejo o no vigente. Es un homenaje al clasicismo y grandielocuencia de los cuentos de hadas en su sentido más clásico. 

La anécdota es por todos conocida... Ella (Lily James) es una jóven que vive una idílica vida con sus padres, hasta que la vida le arrebata a su madre (Hayley Atwell, radiante y hermosa como siempre) quien era su guía moral. Su padre (Ben Chaplin) decide casarse con Lady Tremaine (Cate Blanchett), una calculadora e interesada mujer que junto con sus dos frívolas hijas Anastasia (Holliday Grainger) y Drizella (Sophie McShera) tornan a Ella en Cenicienta, su sirvente, una vez que su padre ha fallecido. La vida de Ella cambia cuando decide ir al Baile organizado por el Príncipe Kit (Richard Madden) quien busca esposa, para lo cual recibe ayuda de su Hada Madrina (la fabulosa Helena Bonham Carter). 

A nivel de guión, la película es muy fiel al clásico animado. Incluso detalles propios de esa adaptación el gato Lucifer y los ratones Gus y Jack Jack están presentes. La historia fluye bastante fiel; obviamente hay algunos cambios pero en general son bastante menores y enriquecen la historia . Entre ellos: Ella conoce al Príncipe creyendo que es un plebeyo aprendiz y va al baile buscandolo, no al príncipe en si, aunque sean la misma persona; la relación de Kit con su padre tiene un ligero trasfondo político donde al final el amor y Ella misma hacen recapacitar al Rey. 

Además elementos que usualmente son críticas de la película animada tienen explicaciones, como el porqué Ella no abandona la casa si recibe un trato inhumano e incluso se delinea de manera muy brillante el odio de Lady Tremaine hacía Ella. Tremaine se casa con el padre de Ella por subsistencia económica, aunque realmente ni ella ama al padre de Ella, ni viceversa. Peor aún, Ella le recuerda todas aquellas características que Tremaine ha perdido con el tiempo, producto de sus propias decepciones con la vida y su incapacidad de recuperarse de las mismas. 

Estas explicaciones aunque le dan dimensión y profundidad al personaje, de ninguna manera generan simpatía o afecto hacía el mismo (como si sucedía con Maléfica). Pese a que conocemos porque Tremaine es como es, nunca dejamos de sentir asco y desprecio por esta completa perra. En ese sentido es digno de elogiar el magnífico trabajo de Cate Blanchett que borda bellamente un personaje que encierra una gran ira y dolor debajo de manerismos finos y contenidos que irradian pese a todo odio y desprecio. 

Quizá el tercer acto es el que presenta mayores cambios (hay un cambio en el rol del Duque y Tremaine toma una conducta chantajista antes que unicamente esconder a Cenicienta en su torre) pero esos cambios en general terminan siendo mínimos y bastante afortunados pues dan mayor solidez al argumento que se construye. 

Hacía referecia a la esencia del personaje pues es algo que Branagh y Weitz lograron plasmar sabiamente (aunque quizá de manera un tanto reiterada). La madre de Ella deja como principal enseñanza y mantra de vida a Ella el que sea siempre 'valiente y bondadosa' (courage and kindness). Pues 'hay más bondad en tu dedo meñique que el que mucha gente tiene en todo su ser'. Esta frase es muy poderosa, pues lecturas críticas aparte, en ello radica el motivo de triunfo del personaje. Cenicienta termina triunfando no porque se case con un hombre o porque la zapatilla le quede, triunfa porque nunca renunció a su bondad innata, sino que incluso la engrandeció y más aún, tuvo el coraje suficiente para defender su vida, su herencia e incluso su reino cuando debe hacerlo.

Eso es lo que diferencia a los verdaderos héroes de los villanos. La bondad es un elemento sin el cual no se explica la mitología fantástica e incluso (en mi particular opinión) es una ley fundamental de la vida. Los cuentos de hadas hablan sobre elementos primordiales de la naturaleza humana y como impactan en la vida de las personas a través de las decisiones. La bondad es un elemento primordial y la lleva para obtener eventualmente la felicidad interna concordante con nuestros códigos de ética. 

Sin embargo a la vez la bondad es lo más difícil de alcanzar y mantener pues implica necesariamente renunciar o cuando menos limitar conductas egoístas y que sólo persiguen intereses particulares. Por eso, en el interior de las personas, la bondad es una aspiración persistente a la vez que un logro recurrente (en mayor o menor medida). Cenicienta lo presenta en un contexto fantástico pero cien por ciento válido en la vida real. En la medida en que eres más bondadoso logras tener mayor paz interior y te sabes desarrollar en la vida. 

Por eso la escena final, donde Cenicienta finalmente triunfa pero tiene la humildad de ver a la derrotada Lady Tremaine y decirle 'Te perdono' es tremendamente poderosa. La bondad se expresa de muchas formas pero la más compleja y afortunada de ellas es el perdón. Porque significa un proceso de purificación donde las ofensas del otro, así hayan sido tremendas y horrendas, son finalmente perdonadas. La relación que alguna vez fue vertical, se invierte o se vuelve horizontal y existe suficiente bondad, fortaleza y coraje en nosotros mismos que nos permite no sólo ser resilientes y sobreponernos a ese dolor, sino ser bondadosos y no guardarle rencor a quien nos hizo daño. (Algo que por ejemplo Tremaine no es capaz de hacer). 

Todos estos elementos están delineados en La Cenicienta de Walt Disney, pero Kenneth Branagh es mucho más visual y reiterativo en los mismos. Lo cual termina siendo bastante afortunado, pues La Cenicienta es uno de los cuentos de hadas más fácilmente atacables en virtud de que no responde a los códigos de lo políticamente correcto hoy en día. Por eso la labor de Branagh es valioso, porque retoma y extrae estos valores que son la esencia del personaje y los plasma con una absoluta sinceridad y creencia en los mismos que la película jamás parece que miente o es hipocrita sobre ellos.

En el aspecto actoral, la mano de Branagh es realmente afortunada. Lily James encarna a la perfección los valores que he dicho en Cenicienta, una joven aparentemente frágil y pasiva que realmente entraña una fuerza irrestricta. Blanchett con su alucinante y odiable actuación. Richard Madden borda un Príncipe realmente encantador (como su nombre) pero que no solamente es el apuesto galán que salva a la novia, sino un jóven dubitativo que se debate entre seguir sus instintos o aquello que conviene políticamente. Grainger y McShera brindan momentos cómicos bastante divertidos mientras que Helena Bonham Carter como el Hada Madrina es la fuente primordial de magia y fantasía de la historia. 

A nivel visual no hay forma de no sentirse regocijado. El diseño de vestuario y de producción sólo puede ser calificado de clasicista y exuberante, en especial durante el segundo acto, relativo al baile real. Los vestidos, (en especial el de Cenicienta), los trajes, el carro calabaza, la decoración, el palacio, son completamente hermosos. No hermosos en un sentido presuntuoso o despilfarrador, sino genuinamente bellos, coloridos, vibrantes, exuberantes, una delicia visual que complementa lo que transcurre en pantalla. 

La Cenicienta es por mucho una mejor película que Maléfica y Alicia en el país de las Maravillas. Un afortunado trabajo de Disney que reinvindica su legado y su liderazgo en el género familiar ofreciendo una historia clásica, que nunca envejece. 

El Último Hilo: Antes de la cinta se exhibe Frozen Fiebre Congelada, un corto de siete minutos donde nos reencontramos con nuestros queridos Elsa, Anna, Kristoff, Olaf y Sven. Elsa está ultimando detalles para la celebración de cumpleaños que nunca le ha podido dar a Anna cuando una latosa gripe la asalta y amenaza con arruinar todo. 

La canción nuevamente escrita por Robert Lopez y Kristen Anderson-Lopez no es realmente memorable, pero el corto es realmente encantador. Tanto por volver a encontrarnos con nuestros personajes queridos como porque es por si solo bastante divertido. La temática es dulce, los chistes son geniales, los muñecos de nieve son hilarantes y la hermandad como esencia de los personajes sigue siendo lo primordial. Es bello. 

Y en la próxima madeja: Review de Alexander y un día terrible, horrible, malo, ¡muy malo!

lunes, 9 de marzo de 2015

Mi decepción con el PRD

La Madeja del Gato (político-electoral)
Madeja #295
Por Christopher Vergara

Desde que tengo uso de memoria a nivel político (lo cual debe tener quince años ya), la izquierda y en consecuencia el Partido de la Revolución Democrática han sido mi opción política natural. O al menos lo fue hasta hace unos cuantos meses.
Mi relación con el PRD esta cargado tanto de misticismo romántico, como de convicción político-ideológico como de apreciación de resultados. Por toda esta combinación de factores, aunque sin llegar a ser militante, siempre crecí convencido (y llegado su momento voté) por el PRD.

Crecí en el seno de una típica familia de clase media que se consolidó a lo largo de la década de los setenta y ochenta, cuando el modelo de desarrollo estabilizador se mezclo con una suerte de populismo económico y finalmente el draconiano neoliberalismo impuesto desde el sexenio de Miguel de la Madrid que aniquiló diversas conquistas sociales y ha sepultado a la economía en un largo sueño. Una familia que como muchas, siguió con entusiasmo la campaña presidencial del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y vivió con tristeza los fraudulentos resultados de aquella elección.
Por ello el PRD era en mi juvenil concepción, el partido que representaba los anhelos y esperanzas de millones de personas que estaban hartas de tantos abusos, excesos, crisis, maltratos y desprecios. Era el partido que luchaba por los ideales de bienestar y progreso para México, su economía y sus familias. Era el partido que tenía la posibilidad de enfrentar al viejo sistema representado por el PRI y el conservadurismo político del PAN,

Posteriormente, surgió una verdadera convicción ideológica coincidente con el PRD conforme fui nutriendo y conociendo más de ámbitos e ideologías políticas. Estar 'enamorado' del PRD me llevó a conocer la historia política de la izquierda y sus centenas de ramificaciones e ir formando mi propia ideología, la cual hasta la fecha en sus grandes rasgos permanece. Incluso con mi actual desilusión respecto del PRD sigo pensando que la izquierda política, en su vertiente socialdemócrata y con una fuerte regulación estatal en una economía de libre mercado es el mejor modelo para un país subdesarrollado como el nuestro.

Conozco e incluso en algunos casos aprecio otras corrientes políticas como el nacionalismo revolucionario, el comunismo, el socialismo, el liberalismo social, entre otros. Incluso de algunos de ellos tomaría relativos elementos. Esa era otra cosa que me gustaba del PRD, que como izquierda ahí cabían todos.  
En el PRD estaban personas a las que yo admiraba, me caían bien o cuando menos me parecían políticos respetables o inteligentes. Obviamente sus grandes iconos como el Ingeniero Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Andrés Manuel López Obrador, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Arnoldo Martínez Verdugo, entre muchos más. A diferencia de muchos que criticaban este pluralismo de ideologías para mi era algo positivo, pues le permitía al partido tener diferentes opiniones y voces aunque concordantes en el fondo, diferibles en los detalles, lo cual enriquece las visiones.
Al PRD le perdone muchas cosas, incluso algunas que otros consideran sus peores pecados. Cuestiones como los notorios casos de corrupción, los malos gobiernos en decenas de municipios e incluso gobiernos estatales. Eran males terribles, pero dentro de todo me parecían salvables dado que se limitaban a circunstancia y personas. También porque el partido era un proyecto que no se iba a perder fácilmente, se tenía la herencia, la historia, la lucha, los ideales, los programas, los resultados, los gobiernos, la gente.
 
Pero hubo límites que se cruzaron y que eventualmente me han decepcionado, me han cansado.
Como es sabido, una corriente alguna vez secundaria del PRD se fue apoderando del aparato burocrático del mismo, agravando los siempre presentes problemas de sectarización y cuotismo del PRD. Hoy el PRD que alguna vez existió ha desaparecido, fue engullido y se ha vuelto el nombre oficial del un grupo político que se hace llamar Nueva Izquierda. El PRD que quería, admiraba, romantizaba y apoyaba dejó de existir. Nueva Izquierda se encargó de matarlo.
Nueva Izquierda empezó un proceso de enquistamiento y marginación de las corrientes disidentes al PRD. Demostró su naciente poderío en 2008 cuando con todas las artimañas y trucos sucios se hizo de la dirigencia por medio de Jesús Ortega, su líder histórico. Dirigencia que hasta la fecha no ha soltado y han ido heredando primero a Jesús Zambrano y luego a Carlos Navarrete. Lenta y progresivamente se fueron reduciendo e incluso expulsando a las corrientes contrarias al Nueva Izquierda. Hoy en día las expresiones disidentes a NI son mínimas y reducidas, las que persisten, están condenadas a ser cola de león, aún Alternativa Democrática Nacional, su eterna compañera de pillerías.
No puedo apoyar a un partido en el que cada vez hay menos gente que admire, me caiga bien o incluso me genere respeto. En el que cada vez las figuras históricas que fundaron el partido, lo construyeron y le dieron proyección e imagen se alejan, son maltratadas o arrumbadas. Una cúpula que además le cierra las puertas a quienes no piensen como ellos, a quienes prefieren defender sus cada vez más escasas canonjías antes que apoyar nuevos cuadros.
Porque si, Nueva Izquierda puede decir misa y decir que ellos también fundaron al PRD. Ellos también han trabajado en el y ellos también tienen ideales, programas e ideología. Pero la izquierda moderna que tanto pregona Nueva Izquierda, en los seis años que ha regenteado el partido, en especial los casi tres que lleva el sexenio de Peña Nieto, no ha demostrado ser más que frases vagas o vacías, sumisión y adherimiento acrítico a las posiciones oficialistas y la negociación más encaminada a las canonjías, los puestos y los dineros que a otra cosa.
También duele el maltrato. La forma en que Nueva Izquierda ha ignorado, ofendido, vilipendiado y apabullado a gente que le daba sentido al PRD como el Ingeniero Cárdenas, Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard, al mismo Andrés Manuel López Obrador y a tantos liderazgos regionales y locales es indigna. Incluso a un operador eficaz como René Bejarano y su corriente Izquierda Democrática Nacional decidieron marginarlos y debilitarlos. Peor aún, con discursos propios de baños de pureza de aquel que se siente puro e intocado por la corrupción.
Eso es lo que más duele del PRD. No los casos de corrupción e ineficacia, mal endémico de la clase política e incluso de la sociedad mexicana. Eso duele, pero no duele tanto como la traición al proyecto, la traición a la historia, el vaciamiento ideológico, la falta de acción, el sectarismo de los pocos que quedan, la defensa de los espacios como si fueran propios y no del partido o de la ciudadanía. Eso duele en el PRD.
No todo fue culpa del PRD. La izquierda mexicana también le debe parte de su futura desgracia a los otros partidos que se asumen como tales. Todos ellos marcados por el individualismo disfrazado de diferencias ideológicas. El mercenarismo del Partido del Trabajo, el mesianismo y univocidad de Morena, el pragmatismo sin ambages y sin principios de Movimiento Ciudadano. Todos estos partidos cometieron el mismo pecado de creerse invencibles e indispensables en la democracia. Todos ellos van a terminar pagando cruel y fútilmente. Porque tendrán votos, quizá el registro, pero consolidar el proyecto de nación es cada vez más lejano. Lograr el gobierno en las condiciones actuales es imposible.

Aun y cuando más que nunca, según las encuestas, los cuatro partidos de izquierda suman entre 22% y 27% de la votación, por arriba del promedio histórico de votación de la izquierda, difícilmente separados van a lograr algo, menos si llegado el momento de la unión siguen peleando por espacios, presupuesto y privilegios. Están condenados al basurero.
¿Y con qué se queda uno? Con una tremenda decepción y tristeza en el corazón. Peor aún, sin un sólo partido que represente los anhelos, intereses, aspiraciones y sueños de uno. Sin una adecuada correa de transmisión de los asuntos públicos. Lo triste es que una vez existió. Lo funesto es que tal vez nunca regrese.
 
Eso no quiere decir que no vuelva a votar por el PRD. Más allá de la esperanza que nunca muere, es incluso probable que lo haga este mismo año. Pero definitivamente no votaré por ningún político miembro de Nueva Izquierda. No puedo apoyar con mi voto a quienes dinamitaron el partido en el que tanto creí.

Y en la próxima madeja: Review de La Cenicienta.