sábado, 22 de febrero de 2014

El Sueño de Walt

La Madeja del Gato (que vuela una cometa)
Madeja #252
Por Christopher Vergara

Dice el clásico que 'infancia es destino' y si algo nos demuestra la vida es que tal afirmación es real. Todo lo que somos como adultos tiene alguna conexión o reminiscencia con nuestro pasado, en especial con el más remoto, nuestra infancia. Al ser la etapa donde nuestro carácter y personalidad se forman es donde los eventos nos pueden marcar de manera permanente en nuestra vida. Cuando éstos recuerdos no son los más felices, nos impulsan en nuestra vida adulta a buscar el cómo estar en paz con nuestra misma infancia. Así sea con una niñera que viene volando en una sombrilla con un perico parlante. 

El Sueño de Walt (en original, Saving Mr. Banks o Salvando al Señor Banks) narra la historia detrás de la producción del clásico cinematográfico Mary Poppins. Centrándose en las tres semanas de 1961 en que la creadora del personaje, P. L. Travers (Emma Thompson) trabaja en Los Ángeles supervisando el trabajo de adaptación de su novela que realizaban el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford) y los compositores musicales Robert y Richard Sherman (B.J. Novak y Jason Schwartzman), bajo la supervisión del productor e icono de Hollywood, Walt Disney (Tom Hanks).

El proceso resulta ser un chasco para ambas partes. Para Walt y su equipo fue enfrentarse a una testaruda y maniática mujer inglesa chapada a la antigua, que exigía ser llamada por su apellido y encontraba el ambiente de Los Ángeles, caluroso y bochornoso. Para Travers fue intentar proteger su creación de lo que consideraba un imperio dedicado sólo a hacer una maquina de hacer billetes. Ninguna visión es realmente incorrecta, simplemente aquello era la unión de dos fuerzas creativas de gran independencia difíciles de conciliar. 

Sin embargo, el filme nos da también las razones para entender a ésta hosca mujer y su férrea defensa del personaje, a quien considera su 'familia'. Mediante el uso de flashbacks es que conocemos la infancia de Pamela Lyndon Travers (cuyo nombre real era Helena Groff y cuyo orígen es australiano). Viajando hasta 1906 conocemos la infancia de Helena (Annie Rose Buckley), una niña marcada por un padre completamente amoroso pero decepcionado de su vida como banquero (Colin Farrell) que lidia con una enfermedad fatal así como un grave problema de alcoholismo, una madre cada vez más ausente y distante que incluso intenta el suicidio (Ruth Wilson) y un final tan abrupto y doloroso para Travers, el padre de Pamela, que ni la famosa Tia Ellie (Rachel Griffiths), que prometió resolver todo puede evitar. 

Es sabiendo ésto que podemos ligar o entender porqué Travers era tan celosa de Mary Poppins. La famosa niñera fue un escape que Travers creó a su propio pasado para poder estar en paz con el hecho de que ella no pudo hacer nada para salvar a su querido padre del terrible alcoholismo del que era presa. Travers hubiera querido que una niñera mágica llegara a su hogar y pudiera salvar a su padre, dándole una segunda oportunidad. Para ponerlo en términos llanos: Travers creó en Mary Poppins la infancia que nunca pudo tener. Y con ello se puso en paz consigo misma. 

Más que el sueño de Walt, como señala el título latino, el filme muestra la catarsis de Pamela. Una disertación sobre el uso que le dan los artistas y el público en general al arte como un medio para poder enfrentar sus traumas del pasado y de alguna manera estar en paz consigo mismos. Cuando se es niño y se lidia con cuestiones que están fuera de comprensión, como pueden ser la muerte, el suicidio y la tristeza, muchas veces se tiende a la fantasía, al exilio o a ambas como único mecanismo para poder no volverse loco por esas cosas. Incluso en la edad adulta de muchas formas se repiten esas conductas, no porqué enfrentar esas cuestiones sea un asunto de madurez, sino porqué escapar en ocasiones es necesario para tomar aire. 

Hay una dialogo sumamente poderoso entre Travers y Disney cercano al final de la obra. Cuando Walt le pide una vez más a Pamela que le permita trabajar con su querido personaje, prometiéndole que el señor Banks será redimido y apreciado siempre que una persona vea la película. Ahí le dice que eso es lo que hacen los creadores, reordenan su pasado inyectándole más y más esperanza para poder finalmente estar en paz consigo mismos y poder dejar ir.

Disney narra cuanto le costó dejar ir la imagen de su padre obligándolos a repartir a el y a su hermano Roy periódicos entre la nieve del frío Kansas. Y es ahí cuando se cierra el circulo, cuando el arte no sólo sirve como catarsis, sino además como medio para perdonar. Es cuando la tesis central del filme se cierra. Cuando conocer el viaje de Pamela y comprender sus motivos nos lleva a celebrar que ésta hosca y clásica mujer se libere de sus demonios y éste lista para dejar volar a Mary Poppins por si sola.

El filme es muy cuidadoso en muchos y determinados aspectos. Se toca muy ligeramente el debate entre el creativo que se ve inmerso dentro de la vorágine de Hollywood, aun si éstos son los inocentes años sesenta. Si, Travers se refiere en repetidas ocasiones a ésto. Se lamenta de Winnie Pooh y su creador A. A. Milne, llama a Disneyland una maquina de billetes, le recrimina a Mickey Mouse su falta de sutileza y acusa a Disney de simple cuando considera que el guión es vacío y carente de sustancia. Pero poco realmente explora éste debate. No hay un intercambio serio sobre la inevitable perdida de elementos en el cambio de un medio a otro. Ni sobre la 'dulcificación' que la maquinaría de Hollywood imprime a sus productos. 

También es notorio el sumo cuidado con que se trata a los personajes. Quizá porqué no es necesario. Ni éste es un filme de Walt Disney, ni estos son los años treinta donde Walt se veía inmerso en huelgas de sus animadores y acusaciones de anticomunismo como para andar tocando esos temas. Es sabido que Walt fue un hombre básicamente conservador pero tampoco es que realmente deba ser tocado el tema. Incluso su conocido tabaquismo es apenas mostrado aunque tampoco es oculto. Por parte de Travers cuestiones relativas al gemelo en solitario que adoptó o su conocido bisexualidad también son omitidos. Pero insisto, esas cuestiones no son relevantes para la trama que se busca narrar. No son el lugar ni el momento.

Otro aspecto a remarcar sin duda debe ser la fidelidad histórica. Obviamente hay datos modificados por razones de necesidad en el guión o por embellecimiento de la historia. Por ejemplo, cuando Travers viaja a Burbank en 1961 no lo hace para ver si le cede los derechos a Disney, lo hace para cumplir su rol como consultora pues los derechos ya estaban cedidos. Sobre el segundo aspecto pues probablemente la escena de Travers bailando Let's Go Fly a Kite no existió en la realidad. Hay otros datos que son convenientemente omitidos (es sabido que tras la premiere del filme, Travers se acercó a Disney y le comentó que aun había mucho trabajo por hacer en el filme, a lo que Walt contestó que 'ese barco había zarpado ya', siendo la última vez que hablarían en sus vidas). 

Pero hay muchos otros datos que no están omitidos. El filme deja clara la negativa de Walt a invitar a Pamela al estreno y como ésta logra colarse. Se deja en claro el desencanto de Travers con la secuencia animada del filme, la negativa persistente a realizar cualquier secuela de la cinta y quizá la opinión ambivalente que siempre tuvo respecto al filme. Como toda película basada en una historia real, hay elementos cambiados o embellecidos con fines dramáticos, pero tampoco considero que de forma tan grave que alteren o cambien la esencia del filme. Así como Mary Poppins mantuvo en su esencia el viaje de salvación que realiza la niñera de los Banks y en especial su padre, así El Sueño de Walt respeta la esencia del viaje de Travers y Disney hacía la adaptación de la novela buscando mantener el espíritu de la obra. 

A nivel técnico no hay mucho que agregar. La dirección de John Lee Hancock es más que acertada, el guión de Kelly Marcel y Sue Smith es francamente encantador además de muy respetuoso y justo con Travers y Disney. Las actuaciones son verdaderamente encantadoras. Thompson se luce interpretando a Travers, un personaje sumamente complejo y rico en matices y contrastes, que puede ir del genuino encanto inglés a la brutal locura. Hanks logra capturar la esencia de Disney su carismática personalidad. Farrell crea un rico y complejo Travers Groff que muestra tanto el desencanto y enfermedad como el carisma y escapismo del personaje. Mención especial a Paul Giamatti y Melanie Paxson que como el chofer de Travers y la secretaria de Walt tienen momentos realmente encantadores. 

Los escenarios son francamente maravillosos. Filmada enteramente en el sur de Los Ángeles es francamente preciosa la manera en que se recrean tanto lso Estudios Disney como Disneyland en 1961, cuando ambas construcciones eran practicamente nuevas y el espíritu que se respiraba en ellas, con Walt a la cabeza era de innovación y camaradería dentro de una empresa ciertamente pequeña y amena. 

Difiero seriamente con quienes consideran a éste filme un comercial de The Walt Disney Company o siquiera una celebración de Walt Disney pues no es ninguna de las dos. En todo caso es un homenaje a el poder y fuerza creativa de dos personas que dentro de sus respectivos ámbitos renovaron e innovaron con genial sabiduría transformando sus demonios del pasado en esperanza y alegría de millones de personas de ayer, hoy y siempre. Sólo por eso, Walt y Pamela merecen todo nuestro respecto y cariño.

Y como Mary Poppins diría: spit-spot. 

En la próxima madeja: Venezuela, ¿en qué desastre está?

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