domingo, 24 de agosto de 2014

En defensa de la representación proporcional

La Madeja del Gato (electoral)
Madeja #276
Por Christopher Vergara

Esta semana inició (o revivió) un debate muy añejo entre algunos sectores sociales (para variar, altamente polarizados y manipulados) a raíz de una propuesta del Revolucionario Institucional de realizar una consulta popular en junio de 2015 para eliminar cien de los doscientos diputados plurinominales y los treinta y dos senadores electos bajo el mismo principio, el de representación proporcional. 

Más allá de las obvias y facilonas intentonas electorales del PRI (por mucho que se defienda César Camacho es claro que el tema se lo sacaron de la manga para no quedarse sin 'su' consulta), el tema encuentra mucho eco en los medios de comunicación, dentro de su acostumbrado discurso anti-política y anti-partidos en el cual llevan montados cuando menos diez años así como en sectores (francamente ignorantes) de la sociedad mexicana que alegremente se montan en el carro anti-política de 'tenemos muchos diputados' y 'a los pluris nadie los elije, son cuotas de partido'. 

Seamos claros, gente. El México actual no se explica, más aún, se debe en gran parte a la representación proporcional. La histórica reforma política de 1977 que encabezó don Jesús Reyes Heroles, tuvo dos bastiones principales que rompieron el monolítico sistema político priista de entonces, el primero fue abrir el sistema de partidos, basicamente permitiendo el regreso de la izquierda (en aquel entonces comunista) a la boleta electoral, el segundo fue permitirles el ingreso al Poder Legislativo, en principio a la Cámara de Diputados y años después al Senado de la República a través del mecanismo de representación proporcional, donde un determinado número de escaños se asigna en base al número de votos que haya obtenido cada partido político.

Los cambios políticos, electorales y sociales que hemos vivido en los últimos treinta y cinco años serían imposibles de explicar sin esa trascendental reforma. Gracias a que la oposición (una vez más, la izquierda pero además un PAN que encontró nuevo impulso) encontró no sólo una voz, sino un peso específico en las votaciones es que podemos explicar las traumáticas pero relevantes elecciones de 1988, las reformas electorales de 1990 y 1996, así como las históricas elecciones de 1997 y 2000. Para ser claros, la pluralidad política y el consistente y solido sistema de partidos con que contamos hoy en día se deben básicamente a esa primera llave que fue la reforma electoral de 1977. Francamente dudo que Jesús Reyes Heroles fuera consciente de la caja de Pandora que desató para su partido. 

En la última década sin embargo, ante el creciente desencanto con la clase política es que han surgido voces que claman por la desaparición de los diputados de representación proporcional, con el simplón argumento de que no representan a nadie y son meras cuotas de partido. Lo primero es completamente falso, lo segundo es una cuestión de diseño que puede atenderse, aunque su implantación se antoja compleja. 

Los diputados y senadores de representación proporcional SI representan a alguien. Para ponerlo en términos Plaza Sésamo: representan el voto de aquellos electores cuyo candidato no ganó en la elección de mayoría relativa. Ese porcentaje de votantes que puede ir entre los 30% y 65% puntos en nuestro sistema, que vota por un partido diferente al ganador, encuentra representación gracias a los diputados y senadores plurinominales. 

Hay que recordar que cuando el elector emite su voto lo hace en dos sentidos, por un lado vota por los candidatos que aparecen en la boleta y son electos por mayoría relativa, pero también vota por la lista de representación proporcional que viene atrás de la boleta. En un sistema democrático que exclusivamente opera en mayoría relativa, esos votos para los candidatos perdedores, se van a la basura, no encuentran desfogue representativo. En una democracia de representación proporcional o mixta, como la mexicana, esos votos que no ganaron encuentran un canal de comunicación. 

La representación proporcional por lo tanto genera una mayor pluralidad al asegurar que todas las opciones políticas encuentren un canal de representación en el Congreso y mejor aún, en proporción al porcentaje o número de votos que haya obtenido. La representación proporcional atenúa o matiza las graves distorsiones que presenta el sistema de mayoría relativa donde las cuestiones se deciden en un 'todo o nada'. 

Eliminar la representación proporcional tal y como lo plantea el Revolucionario Institucional sería un severo retroceso para nuestro sistema político. La tendencia de evolución de las democracias apunta hacia abandonar los arcaicos sistemas de mayoría relativa y mutar hacía los de representación proporcional, ello en razón de que hablando de órganos plurales de deliberación como los Congresos, permiten una representación más fiel y prístina de lo que los electores expresaron en las urnas. 

La representación proporcional tal y como existe en nuestro sistema político es perfectible. Nuestro sistema maneja una lista cerrada donde los electores votan por el conjunto de personas que los partidos eligieron o designaron (ahí viene la cantaleta de que son cuotas de partido). Esto puede ser cambiado, se pueden implementar un sistema de listas abiertas donde el electo, además de elegir un partido político o coalición, elija quienes de la lista propuesta son sus favoritos o preferidos para ser electos por esa vía. La implementación de un sistema así se antoja bastante complicada, tanto por los pobres niveles de desarrollo ciudadano con que contamos como lo complejo de su implementación a nivel organizativo pero la opción está y siempre se puede probar, ensayar y mejorar.

La propuesta del PRI es francamente preocupante, pero lo es aún más la respuesta de los medios y los ciudadanos, los primeros por impulsar un discurso que debilite a los únicos que los pueden limitar  como poderes fácticos y los segundos por carecer de cultura política, para entender los beneficios y bondades de un sistema que tantos beneficios nos ha dado y nos puede dar mejor. 

Es claro que al PRI le gustaría desaparecer la representación proporcional, así el Senado (en razón de su mecanismo de elección) se transformaría en un órgano controlado por dos partidos y una izquierda testimonial, mientras que la Cámara de Diputados se tornaría un espectáculo de tres partidos. Los partidos minoritarios, compitiendo solos es prácticamente imposible que ganen una elección senatorial y con muchas difícultades una de diputados por mayoría relativa. Ello haría que se volvieran más dependientes de coaliciones con los tres grandes partidos (pues les imposibilitaría crecer) y desincentivaría la formación de nuevos partidos, que siempre son bienvenidos y en ocasiones necesarios.

Yo puedo entender las voces que señalan que nuestra democracia es cara e ineficiente (lo primero es bastante discutible, pues las cosas buenas cuestan, lo segundo es una responsabilidad compartida, donde los ciudadanos aún no han entendido su rol dentro de una democracia y prefieren tal como los medios sumarse en una caravana de quejas y desprecios), sin embargo si queremos reducir el Congreso está bien, pero guardando las proporciones actuales. En un escenario francamente ideal, yo impulsaría que ambas Cámaras fueran electas en su totalidad por el principios de representación proporcional. Hacía allá deberíamos ir, no buscar cavenarios retornos. 

Tal y como en los partidos políticos, la clave para asegurar un correcto desarrollo democrático es abrir los canales institucionales lo más posible a cualquier voz y opinión, no cerrarlos o limitarlos. No caigamos en el juego electoral de quienes añoran los tiempos más oscuros del pasado, defendamos los (relevantes) logros y avances de nuestra joven pero relativamente exitosa democracia. 

Y en la próxima madeja: Review Young & Hungry.

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