lunes, 1 de septiembre de 2014

Peña Nieto, II Informe

La Madeja del Gato (presidencial)
Madeja #277
Por Christopher Vergara

Enrique Peña Nieto llega a su Segundo Informe de Gobierno en una situación bastante adversa y compleja para su mandato; con la popularidad por los suelos, un escaso crecimiento económico, una situación de inseguridad en términos generales muy similar y sin un quinto de capital político el cual fue gastado en las reformas estructurales. 

El diseño de gobierno de Peña Nieto tiene su eje central en las reformas estructurales. Partiendo del diagnóstico (cierto o no) de que sólo mediante una nueva ola de reformas estructurales es que se sacará adelante la economía de este país, Peña Nieto apostó el éxito o fracaso de su gobierno a las reformas estructurales, las cuales al menos en el papel ya consiguió, sin embargo los frutos son inciertos, más aún los réditos electorales. 

Desde diciembre del 2012 vivimos una auténtica maquinaría legislativa que realizó al menos una decena de reformas trascendentales, algunas más aplaudidas que otras, algunas más ciertas que otras, algunas más necesarias que otras pero que en general transforman el sistema económico, político y social de nuestro país. Sin embargo, estos cambios se han dado únicamente a nivel legal, en los textos, no han sido llevados a la vida práctica. 

Ahí es donde viene el problema de diseño del gobierno de Peña Nieto, pues por un lado debe implementar y hacer funcionar las reformas (rogándole a la vida que tengan los resultados esperados) y por otro lado debe poner en vigor una estrategia que no descarrile aún más su popularidad, su gobierno y eventualmente la elección de su sucesor. Ahí es donde los problemas van a surgir, pues inevitablemente son acciones que chocaran. 

La primera estrategia Peña Nieto nunca la ha implementado (su paso por el gobierno del Estado de México fue todo menos renovador), la segunda la ejecutó con una eficacia envidiable (el Estado de México pasó de ser una entidad tripartita en 2005 y 2006, a un recuerdo de las viejas glorias unipartidistas, donde el gobernador es electo con más de 60% de los votos). Aquí es donde Peña Nieto necesita ser muy cauteloso pues puede hacer completamente agua. 

Para ser claros, Peña Nieto, que durante el año y medio de gobierno se ha portado de manera bastante civilizada y moderna, busca implementar un gobierno similar al que hizo en el Estado de México ahora que ya tiene sus reformas. El problema es que el Estado de México es mucho menos complejo y plural que México. Los partidos políticos no son tan menores como en aquella entidad y la sociedad civil es (afortunadamente) mucho más activa. 

Ahí está el gran fallo en el plan que Peña Nieto plantea arrancar por estas fechas. Los tiempos del viejo partido que aún se viven en su entidad no se viven en el país y aunque el señor podrá ser muy carismático y agradable eso no es suficiente para sacar al país en el estancamiento que lleva desde hace meses, años o sexenios. Puede intentar realizar ambas tareas pero la primera (en la que no es experto) requiere mayor atención, de lo contrario tendremos una vez más un gobierno de relumbrón que a su final deja caos o cuando menos ningún cambio duradero. Peña Nieto debe resistir a sus tentaciones más propensas a la campaña y al mitín que a la visión de Estado. Ojalá lo logre.

¿Todo esto porque viene al caso? Porque realmente Peña Nieto no tiene mucho que informar, y la mayoría de las reformas las he comentado con anterioridad. La reforma en educación es una reforma laboral que está costando demasiado trabajo implementar, especialmente en Oaxaca, Chiapas y Michoacán. La reforma en telecomunicaciones tardará aun más tiempo en dar sus beneficios. La reforma fiscal es el patito feo en el que nadie ve sus apreciables beneficios. La reforma energética es una gran incognita donde se nos promete el oro y el moro pero los beneficios son inciertos. La reforma política no es un triunfo del gobierno, sino de la oposición. 

¿Qué se le puede evaluar a un gobierno cuyos logros son reformas (promesas del mañana) y el mantenimiento del estatus quo? Nada en particular. Mi posición particular sigue respecto a Peña Nieto sigue siendo la misma desde que empezó: ni creo que estemos de vuelta en el pasado y nos acerquemos irremediablemente al desastre como sus opositores, ni creo que vayamos en camino al Nirvana económico de bonanza. Cuando menos hasta ahora me parece un gobierno bastante gris que se ha limitado a administrar las situaciones. 

Quizá en 2018 o antes mi opinión cambie. Pero en este momento el diseño (y ejecución) del gobierno de Peña Nieto son promesas e incertidumbres. Las certezas que tenemos no son para echar cohetes pero tampoco para convocar suicidios masivos. Por el bien de esta patria ojalá que las reformas den cuando menos la mitad de las maravillas que prometen. 

Las cosas no están tan graves, pero eso si, cada vez son menos los paliativos que evitan el desastre y caos, esos que siempre han estado latentes o presentes en México. Al tiempo. 

Y en la próxima madeja: ¿Son constitucionales las consultas?

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