jueves, 15 de enero de 2015

Como acabar con los chapulines electorales

La Madeja del Gato (pre-electoral)
Madeja #289
Por Christopher Vergara

En estos días la noticia más socorrida por los medios de comunicación ha resultado ser lo que Excélsior ingeniosamente llamó 'la plaga de chapulines que invade la ciudad de México', la cual básicamente se refiere a todos los diputados locales y federales así como jefes delegacionales (mayormente perredistas dado que son quienes detentan mayor número de cargos) que están a días o semanas de solicitar licencia definitiva al cargo en busca de una nueva candidatura hacía un cargo similar (ya saben, irse de Donceles a San Lázaro o viceversa o buscar alguna jefatura delegacional).

Siguiendo el discurso anti-política que de manera sistemática llevan sosteniendo desde hace años, lo que uno lee por aquí y por allá son quejas, berrinches y reproches hacía los legisladores. Que si son una bola de vividores, que si no piensan en el pueblo, que si nada más están en los cargos para saltar de aquí a allá, que habrían de prohibirse las licencias y una sarta de sandeces propias de quienes están manejando un discurso parajodicamente antidemocrático. 

Estas críticas tienen un punto de razón: efectivamente está mal que los legisladores o jefes delegacionales no completen el periodo para el cual fueron electos. Hasta ahí su análisis es adecuado, todo lo demás que señalan es verborrea y bilis mal encaminada. El problema de los chapulines básicamente es consecuencia de dos de nuestros más funestos problemas que arrastramos como consecuencia del régimen príista, por un lado la prohibición de la reelección y por otro lado el opaco ejercicio del poder público que va acompañado de una natural desconfianza hacía la clase política. 

¿A qué me refiero? a que si no estuviera prohibida la reelección y a que si no se forzara a los políticos a abandonar sus puestos para hacer campaña otro gallo nos cantaría. 

Hablar sobre el tema de la reelección resulta ciertamente repetitivo. En principio porque la reelección al menos respecto a legisladores y jefes delegacionales o ayuntamientos es un tema al que eventualmente llegaremos en 2021 cuando la reelección empiece a ser ejercida (ahí será interesante ver que nuevas bilis derraman los medios contra quienes osen atentar contra el sagrado principio de la Revolución Mexicana). 

Más interesante es el segundo aspecto, que María Amparo Casar atinadamente llama 'castigar la legítima ambición política'. ¿A qué se refiere? Simple y llanamente que hemos llegado al punto absurdo donde cualquiera que intente hacer carrera política de inmediato tiene sobre si toda una decena de calificativos (corrupto, ratero, vividor, mediocre, etc) y peor aún, que sus intentos por construir una carrera política se ven obstaculizados por normatividades rígidas que exigen absurdos y medios de comunicación (y ciudadanos influenciables) que no buscan quien se las hizo, sino quien se las pague. 

No me malentiendan, no quiero decir que los políticos sean unas blancas palomas que son víctimas de los medios. Realmente si son víctimas de los medios pero también tienen mucha culpa de ello. En incontables ocasiones ellos mismos dan elementos para que se les considere corruptos por ejemplo. Pero el hecho de que tengamos políticos mediocres y corruptos (otra de las consecuencias de nuestro superado proceso de transición democrática) no implica señalar los errores en la legislación o la necesidad de profesionalizar la política. 

Seamos honestos, discursos independientes baratos aparte, necesitamos políticos. Cualquier puede ser político pero no cualquiera quiere ser político. Se necesitan ciertas características psicológicas para aceptar meterse en un ambiente que es por naturaleza eternamente hipócrita y altamente agresivo. Creer en fantasías y cuentos de hadas sobre que los ciudadanos van a limpiar la forma de hacer política y llevarnos hacia tierras de unicornios democráticos es ingenuo. Los ciudadanos que se meten a hacer política eventualmente terminan debiendo ser como los 'otros políticos' que tanto criticaron. Eso no es necesariamente reprobable. 

Si bien es cierto que uno de los grandes fallos de nuestro proceso de transición democrática es lo vertical de su modelo (a diferencia de otras democracias, nuestra transición fue impulsada desde las esferas de poder hacía la población, lo cual se refleja en que no existiera un proceso de construcción de la ciudadanía, ergo, no tenemos muchos ciudadanos) tampoco podemos ir por la vida con un discurso anti-política. 

La política es necesaria para el desarrollo de cualquier sistema democrático y la política necesita políticos profesionales. Los políticos profesionales necesitan hacer carrera política. ¿Cómo se hace carrera política? Pasando de un puesto político hacia otro. En cualquier democracia es completamente normal que los políticos o se reelijan en sus cargos o pasen de un cargo a otro.¿Porqué entonces causa tanto revuelo eso en nuestra sociedad? Porque tenemos la desconfianza impresa en la psique. 

Es esa desconfianza (incluso entre la misma clase política) la cual explica absurdos como que se deba pedir licencia con decenas de días de anticipación a la elección para poder participar hasta en los procesos de selección internos de los partidos. En la mayoría de las democracias los políticos permanecen en el cargo mientras hacen campaña para buscar otro nuevo puesto y si no lo consiguen simplemente terminan el cargo para el cual fueron electos y se van a su casa. 

¿Sería tan difícil que hiciéramos eso? Si, podremos argumentar que se separan del puesto para no generar inequidad en la contienda, para que no haya desvio de recursos hacía sus campañas o para que no se aprovechen de los espacios que cuentan como representantes populares. Si, se podría argumentar eso pero siendo honestos son situaciones que ya acontecen en la actualidad y que separar del cargo al político en cuestión no evita. 

La separación del cargo es un problema que se puede enfrentar con controles. Estableces mecanismos que aseguren que no se presenten los fenómenos antes mencionados. Eso  permitiría que los legisladores y jefes delegacionales se postularan a otro puesto, hicieran pre-campaña y campaña sin necesidad de separarse del cargo que en ese momento desempeñan. Así nos evitaríamos todo el drama de que las delegaciones se queden como encargados del despacho y luego la Asamblea que también está incompleta nombre a los sustitutos y así. 

Si tenemos todo el derecho de exigir a nuestra clase política que sea más profesional y comprometida así como menos corrupta, también ellos tienen el derecho de exigirnos herramientas y normas que sean mucho más generosas y comprensivas con el quehacer de la política. Dimos ya un gran paso al permitir la reelección pero se necesitan otras herramientas como permitir la competencia y el ejercicio del poder. 

Y claro, ser más responsables y dejar de tragarnos son singular alegría un discurso anti-política que sólo responde a intereses particulares y difícilmente a intereses generales. 

Y en la próxima madeja: ¿Realmente va a arrasar Morena en el DF?

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