Madeja #211
Por Christopher Vergara
En febrero de 2011 la industria discográfica se conmocionó ante un movimiento que si bien estaba practicamente cantado, no dejó de levantar preocupaciones de alguna u otra manera. Citigroup quien poseía más de 4 mil millones de títulos de deuda sobre EMI Music decidió cobrarlo tomando el 100% de las acciones de la compañía, en poder de un grupo de inversionistas llamado Terra Firm y de inmediato puso a la disquera a la venta.
Para noviembre de 2011 y tras que diversos (aunque tampoco muchos) grupos anunciaran sus ofertas, Citigroup eligió dos ofertas partiendo EMI Music en dos grandes pedazos, las operaciones discográficas (la música grabada pues) fue vendida a Universal Music Group mientras que las operaciones de publishing (la editora de partituras musicales y letras) fue vendida a Sony/ATV Music Publishing (esa gigantesca y lucrativa joint-venture entre Sony Music y el fondo hereditario de Michael Jackson).
Con ello terminó sin duda una época, pues el gran gigante europeo, la única compañía discográfica dirigida fuera de EU había muerto, presa de una industria que nunca supo comprender y de las deficiencias propias de su modelo de negocios. (Técnicamente Universal es propiedad de franceses y Sony de japoneses pero sus directivos así como la historia de la que beben es netamente estadounidense.).
Las causas de la muerte de EMI Music tienen diversas explicaciones, desde la debilidad de su roster fuera del algunos lucrativos artistas de su sello Capitol (que era la rama estadounidense de EMI), una gigantesca estructura de oficinas y sellos que terminó por resultar asfixiante, así como una brutal negativa a entrar a las dinámicas de la industria como si lo hicieron sus competidoras. Ahogada en deudas el destino de EMI sólo era la muerte.
Sin embargo la historia realmente se vuelve interesante, pues la Comisión de Competencia Europea se tardó más de un año en aprobar la fusión de EMI con Universal y lo hizo poniendo condiciones muy altas que en otras circunstancias hubieran sido nada aceptables.
Universal se vió forzada a vender el mítico sello Parlaphone (la rama europea de EMI más lucrativa) que incluía el sello Chrysalis, EMI Classica, así como las unidades operativas de EMI en Belgica, República Checa, Dinamarca, Francia, Noruega, Portugal, España, Eslovaquia y Suecia. De ese paquete Universal sólo se le permitió conservar los catalogos de los Beatles y Robbie Williams, los activos más valiosos de Parlaphone y Chrysalis.
Lo curioso es a quien se lo terminó vendiendo, y es que estos activos (que representaban algo así como la tercera parte en valor de EMI) fueron adquiridos por Warner Music Group, el sello norteamericano que había perdido la puja por Universal. Y que actualmente es el tercer grupo discográfico de mayor peso e importancia en el mundo discográfico.
Con ello Universal se quedó con la joya de la corona, el sello discográfico Capitol Records, el sello Virgin así como las operaciones de EMI en Canada, América Latina, Australia, Italia, Holanda, Alemania, Suiza, Austria, Japón y Sudafrica. (Oh si, la otrora poderosa estructura de EMI en Europa quedó partida en pedazos de diferente padre).
Más allá de lo que algunos argumentan (la inminente desaparición de las disqueras y una especie de utopía musical donde sólo el talento y el público influirán en lo que tiene éxito o no), considero que estos movimientos están iniciando una nueva etapa en la industria musical que tendrá como principal eje el de tres (o dos) compañías que monopolicen (y no) el mercado musical (sin que ello necesariamente sea bueno o malo).
Como se puede ver, la muerte de EMI Music se convirtió en una especie de menage-a-trois donde Sony se quedó con la muy lucrativa división editorial, y Universal y Warner se dividieron las operaciones de la división de música grabada.
La última década ha significado un cambio radical para la industria musical, por un lado el declive de las ventas físicas y el ascenso de los formatos digítales, así como la constante y cada vez más grande amenaza de la piratería digital, hicieron ver que las disqueras estaban condenadas a desaparecer en la utopía que señalé párrafos atrás.
Sin embargo, por como se han dado los eventos y por como ha evolucionado la industria en los últimos cinco años podemos dar por sentado que esto no va a ocurrir así por una serie de factores.
Si bien podemos hablar de una desaparición de muchas opciones (antes hablabamos de los siete grandes, luego de los cinco, los cuatro y hasta los tres que hoy son), la competencia como tal no esta vedada. Por la forma en que se han ido estructurando las compañías discográficas podemos hablar de una vasta diversidad de las mismas.
Es decir, Sony tiene sus tres grandes ramas Columbia, Epic y RCA, aun así cada una esta dividida en decenas y decenas de sellos, unos mucho más arriesgados que otros. Algunas filiales de estos sellos producen o al menos distribuyen artistas que hace veinte o treinta años jamás hubieran distribuido. Este modelo se replica en las otras dos grandes, así Universal tiene a Interscope-Geffen-AM, a Island Def Jam, a Capitol y a Decca Label, mientras Warner tiene a Atlantic, a Warner y a Parlophone.
Ya que además, si algo se ha aprendido y se ha visto durante estos años es que ser indie no es el oro y el moro que alguna vez se creyó. Pese a la facilidad con que se puede acceder al medio, las cosas siguen siendo más difíciles sin contar con el apoyo de una disquera, así sea minimamente con la distribución. E incluso se ha visto como decenas de artistas que han tenido la oportunidad de integrarse a una compañía lo han hecho ya que les permite concentrarse en la parte musical y dejar de lado temas administrativos, legales y de operatividad y promoción a quienes tienen profesionalismo en ello.
Además vale la pena reiterarlo, las discográficas no son hoy el monstruo cerrado y temido que sólo buscaba vender discos que fueron hasta mediados de los 90's. Las discográficos de hoy en día, necesitadas siempre de recursos frescos y liquidez, están más abiertas a arriesgar, a probar nuevas formulas y a pensar en mecanismos diferentes de venderle algo al público. Las disqueras vieron (o ven) amenazadas su viabilidad existencial y decidieron evolucionar.
Por ello es que el futuro de la industria discográfica (en el cual aun todo puede pasar, a mi no me sorprendería que Warner también fuera vendida o despedaza pues es la más débil de las tres grandes), es mucho más luminoso y optimista que hace siete años. Lo que parecía el fin radical de una era y el inicio de una incertidumbre se acerca más a una evolución natural donde los intereses económicos se combinan con los artísticos, dando paso a un futuro que parece prometedor y sustentable en general.
Y es que vale recordar que si, el arte y la expresión importan, pero esta es también la fuente de ingresos de miles de familias. Sin duda la partida de EMI Music fue triste, pero si esto fue necesario para una reorganización que transforme la relación entre productores y consumidores de música, haciéndola más horizontal, bienvenida sea.
Y en la próxima madeja: Review de The New Normal.
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