Madeja #197
Por Christopher Vergara
Durante varios años los realizadores de cine en México (en especial actores, productores y directores con estilos y ideas afines) han ido construyendo un discurso para justificar el lamentable estado que guarda la otrora fulgurante industria cinematográfica nacional. Los ejes del discurso son todo un lavado de culpas, desde el antiguo régimen príista que por un lado promovió una cultura de cine chatarra y por otro lado abrió los mercados a través del Tratado de Libre Comercio hasta culpar a la industria cinematográfica estadounidense que 'monopoliza y acapara' el tiempo de las pantallas e impide que los mexicanos 'vean su cine y lo vivan tal y como lo hicieron durante muchos años'.
Este bonito discurso (que tiene puntos de verdad aunque no dan como para justificarlo) ha sido utilizado para lucrar políticamente con el, envolverse en la bandera nacional y aventarse sobre las cenizas de la vieja COTSA pero carece de muchos elementos de auto-crítica, falta a la verdad y busca sólo perpetuar un modelo que es muy cómodo para un círculo creativo cerrado que se niega a aceptar rampantes realidades.
Ahora este grupo de realizadores buscan introducir cambios en la ley que les permitan mantener vicios de su modelo de industria nacional sin que esto signifique una transformación real en su manera de hacer cine: pretenden aumentar la cuota de pantallas para cine mexicano elevándola a un 20%, forzar a los exhibidores a mantener esos estrenos durante al menos tres semanas en cartelera así como aumentar los porcentajes de ingresos fiscales que se canalizan por vía de los tres fondos federales de promoción al cine (Foprocine, Eficine y Fidecine) de 500 hasta 650 millones de pesos.
¿Cuál es el bendito problema de la industria nacional que esta gente se niega a aceptar y busca remediar mediante concesiones a su modelo de negocios?. QUE NO EXISTE UNA INDUSTRIA CINEMATOGRÁFICA NACIONAL.
Esta gente esta buscando artilugios legales para obtener más recursos y mayores ventanas de exhibición en base a una industria cinematográfica nacional que sólo genera películas que nadie, o muy poca gente quiere ver de manera consistente.
No podemos seguir pensando en una industria cinematográfica que sea tan débil que necesite de continuo patrocinios cuando produce películas de gustos tan refinados que terminan no siendo del gusto de la mayoría del público.
¿Qué la gente sólo quiere ver películas comerciales y no presta atención a sendos ejercicios intelectuales/artísticos/estéticos/whatever? Ni modo. Así funcionan las cosas carajo. Para el bruto de la población el cine es principalmente un medio de entretenimiento, en mucha menor medida es un vehículo de conciencia social o de gusto estético, y el porcentaje de gente que mayoritariamente busca este tipo de cine es mínimo.
Y contra eso no puedes ir. Al menos no como industria cinematográfica pues necesariamente pasa por transformar modelos educativos y de construcción de tejido social. Es lo mismo que sucede con los libros. ¿Cómo carajos quieres que el bruto de tus asistentes al cine sean ávidos fanáticos del cine de arte y de la literatura rusa si tu sistema educativo es una fregada?.
Y más aún, aún si realmente tuviéramos un sistema educativo de primer nivel no podemos esperar que todos sean ávidos fanáticos del cine de arte y de la literatura rusa. Por tendencia la mayor parte de la gente va a querer ver cine de entretenimiento, va a querer divertirse y olvidarse de su vida un rato.
En tanto la industria cinematográfica nacional no supere ese paradigma jamás podremos abandonar estos discursos justificatorios. Si queremos tener una industria sana que sea autosuficiente y viable necesitamos producir títulos que sean atractivos para la mayoría de la gente. Así, con una industria autosustentable saldrá el dinero para producir los títulos de arte que mucha menos gente verá y disfrutará. Es una formula de ganar-ganar. Así funciona la industria de Hollywood.
Seamos honestos, ¿alguna vez hemos revisados los números de asistentes del cine americano considerado de arte en México?. ¿Alguna vez hemos revisado los números de asistentes de El Artista, The Help, The Hurt Locker o El Discurso del Rey?. Sus números de asistencia son relativamente bajos, en proporciones similares a los de cualquier cinta mexicana promedio. ¿Porqué? Porque su mercado de audiencia es mucho más reducido.
¿Qué títulos se llevan las carretadas de billetes? Los blockbusters, mismos títulos comerciales que atraen millones de dólares y alimentan una industria que posteriormente produce las películas de arriba. Spider-Man, Batman, y Harry Potter son los responsables de los títulos de allá arriba.
Y allá nadie se envuelve en la bandera de las barras y las estrellas y se quiere aventar en las cenizas del viejo teatro Kodak. ¿Porqué? Porque tienen la conciencia de que el mercado de cine independiente es reducido y es vital para los premios y demás, y es medianamente redituable pero no es la gallina de los huevos de oro que los va a mantener por siempre.
¿Qué es una discurso mercantilista y comercialoide? Sin duda, pero no existe otra manera si queremos dejar de tratar a la industria nacional como un niño del Teletón al que le tenemos que soltar millones de pesos cada año.
El otro gran problema es que esta gente no sólo quiere hacer filmes de un gusto estético o social que es poco atractivo en pantalla: el problema es que ni siquiera sabe venderlo ni cobrarlo.
¿Han visto ustedes las campañas de marketing de cualquiera de los filmes que estuvieron nominados al Ariel en los últimos cinco años? Ni siquiera existen o si las hay son deplorables y mediocres. Esta gente no sabe vender sus productos, no sabe atraer al público, piensan que con poner su bonito nombre, un título 'ingenioso' o alguna frase pegadora van a atraer hordas de gente al cine.
Y tampoco saben cobrar. Esta gente quiere recuperar el bruto de su inversión meramente de las pantallas de cine. En cualquier industria sana el ingreso por cines no es más allá del 35 a 40% de los gastos de una película, el resto se compensa con ingresos de ventas en formatos domésticos y de descarga digital y en una muy jugosa (y constante parte) en ingresos por derechos de transmisión televisiva.
Pero esta gente es cobarde y en lugar de irse a pelear y ponerse a los madrazos con Televisa y TV Azteca quienes lucran con su trabajo, prefieren colgarse del discurso fácil del 'duopolio televisivo', la mafia que controla la cultura y sabrá la madre de Jesús que pretexto para ni recibir un centavo ni hacer nada.
En tanto esta gente no se de cuenta de que tienen que hacer películas que vendan, un modelo de negocios completo que les de viabilidad y una consistencia y solidez que sólo brinda un sistema de estudios, nos podremos pasar años y felices días debatiendo sobre porque la última maravilla que premió el Ariel no es vista por más que diez personas.
Y ahora lo quieren arreglar con leyes e imposiciones a los perversos exhibidores que sólo quieren lucrar con sus pantallas y sus palomitas.
Pues eso, carajo!, son SUS pantallas y SUS palomitas. No estamos hablando de un servicio público concesionado donde se tiene que tener ciertas contraprestaciones hacia el Estado pues se esta dando un servicio que el debería dar. Estamos hablando de la libertad mercantil que nace de que una persona junta su dinerito y decide montar una cadena de cines.
¿Vamos a condenar a 2 de cada 10 salas a exhibir una película que a duras penas va a vender dos boletos por función si bien le va?, ¿vamos a condenar a las exhibidoras a mantener durante tres semanas esas salas vacías con inversión muerta?. Estamos provocando el efecto contrario, lo único que sucederá es que sólo las grandes cadenas podrán soportarlo y las pequeñas exhibidoras regionales en todo el país se irán más a la quiebra.
Imaginemos un pobre cinema pulgoso en algún municipio perdido de Tlaxcala, que apenas cuenta con 4 salas. ¿Lo vamos a obligar que en una de sus salas mantenga tres semanas una película de la que apenas vende un boleto cada función en promedio?. Eso va en contra de el discurso contra las 'mafías y los monopolios' que tanto presumimos arriba.
El otro punto es que esta bien dar incentivos fiscales a los productores. Pero se debe cuidar a quien y como se les da. Esta gente sólo esta pidiendo más recursos por los tres fondos sin que les pongan un control de calidad. Porque según esto cada fondo tiene una función diferente (uno apoya cine de arte, los otros dos el comercial). Pero el IMCINE se conforma con ver bonito el guión y soltar la lana.
Se deben tener mayores controles sobre a quien se le suelta el dinero. Tanto en que su proyecto sea financieramente viable (que la gente le atraiga verlo) como que tenga un plan de negocios estable que garantice su correcta difusión. No soltar por soltar.
¿Qué porqué comparo tanto nuestra industria cinematográfica con la estadounidense y no con la latinoamericana o la europea? Porque contra ella compite carajo!. Porque estamos al lado de ella. Renegando de sus bondades podremos justificar nuestros vicios y defectos pero no saldremos del hoyo en el que estamos.
Es muy simple, con leyes y argucias legales no puedes obligar a la gente a ver lo que no quiere ver. Si, el cine es un arte, pero también es un negocio. Se debe tener esa maldita, jodida, capitalista y burguesa visión si queremos dejar de seguir regodeandonos en el discurso fácil, baratón y patriotero de autocompasión.
Ese discurso es un mal social que permea en todos lados de nuestra sociedad, sin duda, pero ya basta de hacer negocios al amparo del mismo. Seamos serios, señores.
Y en la próxima madeja: Review de Two and a Half Men temporada 10.
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